El Estado es el virus

El Estado es el virus, la enfermedad social crónica, la Peste. (O el oxímoron de la “nueva normalidad”)

PROLEGÓMENOS: Sabemos que en España no hay democracia, sino una extravagante variedad de supuestas ideologías dentro del seno del Estado, que financia a sus partidos feudatarios, a cambio de su estatolatría incondicional. Tales partidos obran de facto como banderías de delincuentes organizados por el propio Estado.(1)
En España no hay separación de poderes según la división preconizada por Montesquieu. Al contrario, los políticos se afanan todos en un mugriento chapoteo en el cenagal partitocrático para dedicarse exclusivamente a organizar el poder de sus bandas. Se eligen un poder del Estado a otro desde el Congreso de los diputados, patio de Monipodio donde los delincuentes se reparten la influencia, los negocios y el dinero. Esto es totalmente incompatible con noción misma de democracia.
No es de extrañar que el único objetivo de la clase política extraída de las urnas, experta en incompetencias, deserciones y traiciones, sea cooptar el poder en su propio beneficio y en el de la bandería de su partido. De ahí la severa corrupción de todos los estamentos del Estado. De todos sin excepción.
LA CRISIS SANITARIA: El estado es una enfermedad crónica que sufrimos todos los que tenemos la desgracia de ser españoles. Y su mejor reflejo es su maldad crónica es la gestión de la pandemia del Cov19-SARS-2 que asuela España desde mediados de marzo de 2020: un arsenal de actuaciones ilegales (3), a cual menos democrática, de espaldas al pueblo y utilizando el miedo y la actuaciones ilegales de los sectores subvencionados por el Estado a los españoles. Así, las acosadoras desde los balcones a los transeúntes han resultado ser feminazis subvencionadas y miembras del PSOE y Podemos, o sea, funcionarias.
LA NUEVA NORMALIDAD ORWELLIANA: El “Plan de Nueva Normalidad”(4) forma parte del neolenguaje del “doblepensar” orweliano:
El confinamiento es Libertad; los aporreamientos policiales garantizan los derechos sociales; la novedad es normalidad; la parálisis social es buena para el país; la cartilla de racionamiento (eso es la RBU) es justicia social; la arbitrariedad es objetividad; las palizas de los policías son objetivamente legales; la censura es garantía de la libertad de expresión; reunirse es antisocial; expresar disidencia es traición a la patria; la delación es virtud cívica; la maldad es bondad de corazón mal entendida; la decepción es ilusión; la pobreza es riqueza para todos; el insalubre confinamiento es salud; tomar el sol es antisocial; pasear al aire libre es un delito intolerable; lo inmoral es ético. Y todo ello reunido en dos figuras retóricas: la muerte es la vida y la improvisación es el plan infalible.
CONSECUENCIAS ECONÓMICAS: El Estado es un parásito de la sociedad en todas sus manifestaciones. La crisis pandémica ha evidenciado al Gran Parásito por su falta de conocimientos, su insensibilidad social, su ineficacia, su corrupción(5), su abulia intelectual, su elefantiasis funcionarial e impositiva, su incoherencia legal, la ilegalización hasta de los derechos fundamentales y humanos.
El Estado es un parásito de la sociedad productiva, que es como una Gran Bola rodante en milagroso equilibrio activo, siempre ligeramente cambiante por las leyes del mercado. Todo político debe saber que las intervenciones sobre el comportamiento de esa Gran Bola económica deben ser muy pocas y suaves o se corre el riesgo de que la Bola se descontrole. Sin embargo, el decreto del 14 de marzo detuvo casi completamente la Gran Bola informe. Inmediatamente empezó a desmembrarse en ERTEs, cierres de actividades empresariales y paro desaforado, perdiendo buena parte de su masa. Una vez detenida la Gran Bola, el Estado es incapaz de volverla a poner en marcha, de reorganizarla, porque no hay plan centralizado capaz de coordinar el relleno de tantos radios quebrados. La experiencia URSS demostró que no hay plan quinquenal que no resulte en un fracaso. Y ello es debido a que el poder centralizado del Estado no tiene ni la capacidad intelectual ni suficientes datos del mercado vivo para organizarlo eficazmente, no puede hacer otra cosa que improvisar hasta que la Bola se deshaga completamente y quede en el suelo como masa informe y muerta. Como el nuestro es un gobierno dictatorial social-comunista, la ruina del país le parece un mal menor que, a base de represión policial y militar, le llevará al único objetivo que persigue, porque ya ha demostrado que no tiene otro: no perder el poder.
LA DICTADURA EMERGENTE: El Estado, en la infinita soberbia de sus bien pagados funcionarios eventuales, gentuza que no ha trabajado en el tejido productivo jamás, ha planteado la pandemia como una demostración de su fuerza normativa, policial y militar que asuste más a la población que el propio virus. Su propaganda se resume en una falacia: el confinamiento hará desaparecer el virus y el contagio entre individuos (cosa que todos los epidemiólogos saben que es falso), considerados todos los españoles culpables de extender la pandemia si no obedecen estrictamente las órdenes del gobierno. Y ésa es la percepción de la sociedad mantenida en la ignorancia: que todo vecino es un riesgo que debe ser neutralizado. De ahí que el Estado haya legislado sobre el control de la posición en todo el territorio nacional de cada individuo mediante programas instalados en sus dispositivos móviles, sin pararse en la ilegalidad de tal medida. El BOE no tiene que ser constitucional para esos delincuentes habituales.
CONCLUSIONES: El “plan de nueva normalidad” es aberrante, al margen del derecho, plagado de arbitrariedades, inconsistencias jurídicas y sanitarias, pues no tiene otro objetivo que seguir manteniendo bajo estrés a la sociedad (auxiliado por unos medios cautivos, subvencionados por el propio Estado y financiados por la usura internacional), para una sociedad ya dividida en dos partes iguales: los 19 millones que reciben del Estado sus emolumentos mensuales garantizados y otros 19 millones arruinados o a punto de estarlo. El resto hasta 42 millones son capitalistas y privilegiados del poder a golpe de BOE.Esto permite al Gobierno mantener el “plan secreto” de perpetuarse en el poder gracias al engaño permanente y el trucaje de las urnas.
En realidad, el virus habría de ser acogido como una realidad social, reconociendo una verdad del barquero: que el contagio es inexorable e imprescindible para alcanzar la inmunidad de rebaño. El gobierno del fraudulento Doctor Sánchez lo sabe, se olvida irresponsablemente del origen del confinamiento: la sobrecarga de las UCI hospitalarias. Su “nueva normalidad” consiste en hacer lo opuesto de lo que la Biología determina como única solución a toda enfermedad contagiosa. Su afán es mantener la suspensión de derechos tanto como pueda, demostrando, ya a calzón quitado, que su gestión conduce a una deseada y delirante dictadura. Esa dictadura es su cacareada “nueva normalidad” orwelliana(6). Ése, su último oxímoron estatólatra: “La dictadura es la única, verdadera y objetiva democracia”.
ÁCRATAS

NOTAS:
(1) Como han demostrado sentencias judiciales. Sin consecuencias, claro, porque el Estado protege a sus delincuentes, porque lo sostienen.
(2) Las mismas que el 8M salieron a las calles al grito de “No queremos tu piropo, queremos que te mueras”.
(3) Vulneran los derechos constitucionales. Pero el Estado se considera a sí mismo por encima de la Ley. De hecho, la Constitución la inventó el Estado, en aquellos tiempos, dictatorial, no el pueblo español, que sólo pudo ratificarla creyendo en su letra.
(4) Nueva normalidad es un oxímoron. Normalidad es lo opuesto a novedad. El Gobierno hace tiempo que sigue los pasos del régimen del Gran Hermano de 1984, de Georges Orwell, implementando un lenguaje contradictorio en sus términos dirigido a confundir y a forzar el doble pensamiento.
(5) Incluso las compras de material sanitario considerado básico han servido al Gobierno para sostener la corrupción, repartiendo millones a comisionistas del partido, que han resultado en malversar el dinero.
(6) Y así lo demuestran las encuestas: el pueblo llano confinado teme más a la policía, sus sanciones y su violencia arbitraria que al Cov19-SARS-2.

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