LOS PARAMILITARES CRISTIANO-FASCISTAS QUE LIDERAN EL GOLPE DE ESTADO EN BOLIVIA
Un golpe que se lleva fraguando desde hace mucho tiempo
Tras la imagen de político moderado y erudito de Carlos Mesa, candidato en las pasadas elecciones presidenciales de Bolivia, saltó a la arena pública como líder efectivo del golpe de Estado perpetrado en el país andino, el multimillonario cristiano-fundamentalista Luis Fernando Camacho, a quienes sus forofos llaman “Macho Camacho”.
Por EVA LAGUNERO / REDACCION CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Orígenes fascistas de Camacho
La familia de Luis Fernando Camacho, cuyo nombre figura en los Papeles de Panamá, hizo fortuna con las reservas de gas natural de Bolivia, pero perdió parte de ella cuando Morales las nacionalizó.
Camacho se formó políticamente en un grupo fascista paramilitar, la Unión Juvenil Cruceña (UJC), con base en la región de Santa Cruz.
Esta organización, cuyos integrantes son conocidos por adoptar el
saludo nazi, ha estado implicada en varias conspiraciones para asesinar a
Evo Morales así como en ataques a militantes de izquierdas, campesinos indígenas y periodistas.
En 2002, con 23 años, Camacho fue elegido vicepresidente de la UJC. Dos años después dejaba la organización para dedicarse a construir el emporio familiar y trepar en el Comité Pro-Santa Cruz,
organización que aboga por la independencia de esta rica región
boliviana. Fue en esta organización donde se puso bajo el ala de una de
las más poderosas figuras del movimiento separatista, Branko Marinkovic.
La conexión Marinkovic
Branko Marinkovic
es un terrateniente boliviano-croata, formado en la Universidad de
Texas, que también se vio afectado por las nacionalizaciones de Morales.
Aunque él lo niega, se sospecha que un miembro de su familia estuvo en
el grupo fascista croata Ustashe. Como presidente del Comité Pro-Santa Cruz, Marinkovic dirigió las operaciones de esta organización separatista.
En 2006, año en que Morales ganó la presidencia de Bolivia, Marinkovic declaró al periodista Christian Perenti que “la reforma de la tierra de Morales podía llevar a una guerra civil”.
En 2008, la Federación Internacional de Derechos Humanos le envió una carta a Marinkovic en la que denunciaba al Comité Pro-Santa Cruz por ser “actor y promotor de racismo y violencia en Bolivia”. En el mismo año, el New York Times publicaba un perfil de Marinkovic en el que describía la región de Santa Cruz como “un bastión de grupos abiertamente xenófobos como la Falange Socialista Boliviana, cuyo saludo de brazo extendido se inspira en la antigua Falange del dictador Franco”.
La Falange Socialista Boliviana fue el grupo fascista que dio asilo al criminal nazi Klaus Barbie durante la Guerra Fría. Se hizo con el poder en 1971 cuando su líder, el general Hugo Banzer Suárez, derrocó al gobierno izquierdista de Juan José Torres González. La administración Nixon recibió con los brazos abiertos a Banzer como baluarte contra la expansión del socialismo en América Latina.
En 2013, el periodista Matt Kennard informaba que el gobierno de EE.UU estaba colaborando estrechamente con el Comité Pro-Santa Cruz para promover la balcanización de Bolivia y socavar con ello el gobierno de Evo Morales. En la entrevista que le hizo a Marinkovic, este afirmó que “lo que ellos [los Estados Unidos] ofrecieron fue reforzar los canales de comunicación (…) La embajada aseguró que nos ayudarían en nuestro trabajo comunicativo”.
Hoy Marinkovic es un ardiente partidario de Jair Bolsonaro y de la oposición golpista venezolana.
La conexión Rosza-Flores y Achá Melgar
En abril de 2009,
los servicios de seguridad de Bolivia sorprendían en la habitación de
un lujoso hotel a tres hombres sospechosos de estar involucrados en un complot para asesinar a Evo Morales
y en posesión de un arsenal de armas. Otros dos permanecieron en
paradero desconocido. Cuatro de los alegados conspiradores, de
ascendencia húngara y croata, tenían conexiones con políticos
derechistas de Europa del Este. El otro era un irlandés de extrema
derecha, llamado Michael Dwyer, que había llegado a Santa Cruz seis meses antes.
El líder del grupo se dijo que era un periodista ex-izquierdista llamado Eduardo Rosza-Flores, que se había pasado al fascismo y era miembro del Opus Dei. En aquel año de 2009 Rosza había vuelto a Bolivia para unirse a otro movimiento separatista de Santa Cruz. Y fue allí donde lo mataron. Más tarde, el gobierno mostró fotos en las que se veía a Rosza y un compañero posando con sus armas. La publicación de correos electrónicos entre el líder y un húngaro que era doble agente de la CIA cimentó la sospecha de que Washington había estado detrás de la operación.
Marinkovic
fue acusado de haber financiado con 200.000 dólares a los
conspiradores. El oligarca boliviano-croata huyó inicialmente a los
Estados Unidos, donde le dieron asilo, y después fue reubicado en Brasil, donde todavía reside y niega cualquier implicación en el plan para asesinar a Morales.
Como informó el periodista Matt Kennard, hubo otro hilo que conectó este complot con EE.UU: la alegada participación del director de una ONG, Hugo Achá Melgar, que era, además fundador de la sucursal en Bolivia de la Fundación de Derechos Humanos (FDH), que, como ya informamos en este medio,
es un organismo de extrema derecha, dirigido por un opositor golpista
venezolado, y conocido por albergar una “escuela para la revolución”
dirigida a “activistas” que persiguen un cambio de régimen en aquellos
países que Estados Unidos considera enemigos.
Aunque a Achá le dieron asilo en EEUU, la FDH
ha seguido con sus planes de cambio de régimen en Bolivia. También
informamos de cómo una de sus pupilas, la “activista medioambiental”
boliviana Jhanisse Vaca Daza, contribuyó a dar inicio a
la campaña contra Morales culpándole de los incendios del Amazonas de
agosto pasado, organizando protestas contra el presidente a través de su
ONG, Ríos de Pie. El golpe estaba tramado desde antes de las últimas elecciones.
Camacho maniobrando entre bambalinas
En mayo pasado, Luis Fernando Camacho se reunía con el presidente de Colombia, Iván Duque, y con Ernesto Araújo, canciller de Jair Bolsonaro, para asegurarse su apoyo al golpe. En la Corte Interamericana de Derechos Humanos, intentó bloquear la candidatura de Morales para las elecciones de octubre.
Después, en agosto, Camacho se entrevistaba con Gustavo Tarré, el falso embajador de Juan Guaidó en la Organización de Estados Americanos (OEA), que, como es sabido, es un órgano de la Administración estadounidense. Fue tras esta reunión cuando Camacho agradecía en su Twitter los apoyos recibidos: “Gracias Colombia! Gracias Venezuela!” -en referencia al equipo de Guaidó- “Gracias Brasil!”.
Un escudo llamado Carlos Mesa
Carlos Mesa
se presentaba como candidato de la oposición para las elecciones del
pasado octubre. Su imagen de erudito y político centrista le alejaba del
extremismo de Camacho y Marinkovic. Para estos, Mesa era un candidato aceptable: “Puede que no sea mi favorito, pero voy a votar por él porque no quiero a Evo”, declaraba Marinkovic a un periódico argentino conservador cinco días antes de las elecciones.
En 2003, Mesa ocupaba la vicepresidencia de Bolivia durante el mandato de Gonzalo Sánchez de Losada, respaldado por EE.UU. El plan para exportar el gas natural a Estados Unidos a través de un puerto chileno suscitó masivas protestas ese año, que las fuerzas de seguridad reprimieron brutalmente, matando a 70 personas. Esta masacre provocó la huida de Sánchez de Losada a Miami, siendo reemplazado por Mesa. En 2005, la protección de Mesa a las compañías privadas de gas natural volvió a encender las iras populares y tuvo que dimitir. Fue entonces cuando Evo Morales ganó sus primeras elecciones.
Cables del gobierno de EE.UU filtrados por WikiLeaks muestran que, tras su renuncia, Mesa continuó los contactos regulares con cargos estadounidenses. Según un informe de 2008 de la embajada de EE.UU en Bolivia, se esperaba que en las elecciones de 2009 se presentara Mesa, quien les dijo que su partido “será ideológicamente similar a uno social-demócrata y que esperaba reforzar los lazos con el Partido Demócrata”.
Hoy Carlos Mesa figura como “experto” miembro del think tank neoliberal Diálogo Inter-Americano, con sede en Washington. Este organismo recibe donaciones de la USAID, gigantes petroleros como Chevron y ExxonMobil, el Banco Inter-Americano de Desarrollo y la OEA.
El “trabajo final”
Cuando, tras las elecciones de octubre pasado, Mesa acusó al gobierno de Morales de haber cometido fraude electoral, el “Macho Camacho” surgió de las sombras. Medios corporativos como Telemundo y la CNN en Español ponían los focos sobre él. El New York Times y la agencia Reuters llamaron a Camacho “líder” de la oposición boliviana, pero convenientemente omitiendo sus antecedentes de extrema derecha.
Detrás de Camacho estaban las hordas de retórica, simbología y violencia fascista, estilo guarimbas, que había dirigido en Santa Cruz, la Unión Juvenil Cruceñista.
Las redes sociales ardían con mensajes que pedían la renuncia de
Morales. La maquinaria golpista estaba en marcha y los incendios
comenzaron a ser reales en las sedes gubernamentales y residencias de
los cargos del MAS (Movimiento Al Socialismo).
Lograda la renuncia de Morales a punta de pistola y bajo amenazas de muerte a sus familiares y los de otros cargos gubernamentales, Camacho exhortó a sus seguidores: “acaben el trabajo”. Con la Biblia en una mano y la bandera nacional en la otra, se inclinaba en oración sobre el emblema presidencial del palacio saqueado: “La Pachamama nunca retornará al palacio”, dijo, “Bolivia pertenece a Cristo”.
Mientras tanto, en Washington, Donald Trump elogiaba el golpe calificándolo de “momento significativo para la democracia” y una “poderosa llamada de atención a los regímenes ilegítimos de Venezuela y Nicaragua”.
El enésimo golpe de Estado del gigante norteño en América Latina se ha
consumado, con la brutal violencia contra las clases populares que
siempre los acompaña, mientras los medios corporativos que el capital
controla en todo el mundo blanquean estas ignominias.
Fuente:
https://thegrayzone.com/2019/11/11/bolivia-coup-fascist-foreign-support-fernando-camacho/#more-16456
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