AQUARIUS

No es una bebida de moda, tampoco un signo del zodíaco, es el nombre de un barco cargado de inmigrantes ilegales que va a ser descargado en el puerto de Valencia rodeado de una inmensa expectación mediática que impide enterarse de otra serie de noticias.
 En una localidad cercana a Barcelona una pareja de 'indígenas' españoles sin ruido mediático, en el mayor de los silencios y con la mayor de las indignidades que acaecen en este desgraciado país sucedió lo siguiente:



 

Viernes, 15 de junio de 2018
Comprendió la inutilidad de la lucha en solitario

PREFIRIÓ ESTRELLARSE DESDE UN DÉCIMO PISO A CONTEMPLAR EL DESAHUCIO DE SU VIVIENDA

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La escena debió de haber sido propia de las novelas de Kafka. -escribe nuestro colaborador Manuel Medina - Una cuadrilla de enjuntos funcionarios judiciales a los que la pareja inquilina de la vivienda no le abre la puerta. Todo en silencio, sin gritos, sin palabras. Por fin, una mano femenina les franquea la puerta del que hasta entonces había sido su hogar. Pero su compañero ya no se encuentra dentro del piso. Había preferido lanzarse al vacío antes de afrontar el desahucio de su vivienda por una entidad bancaria. Aquel hombre entendió fatalmente que no tenía nada que hacer frente al peso y la fuerza de la ley. Se encontraba sólo con su pareja. Sin contar con la ayuda solidaria de nadie.
POR MANUEL MEDINA PARA CANARIAS SEMANAL


     Él y su compañera se encontraban dentro de la vivienda. Una comitiva judicial se había desplazado hasta el piso que iba a ser objeto de una orden de desahucio. En silencio, con discreción, avergonzados quizás, ambos se negaron a abrir la puerta. Ante la falta de respuesta del matrimonio que permanecía dentro, los funcionarios judiciales reclamaron la presencia del brazo ejecutor de la ley y el orden. En este caso,  los Mossos d´escuadra.



      No fue necesario esperar mucho tiempo, ni tumbar ninguna puerta. La mujer, que permanecía hasta entonces dentro del piso, abrió tímidamente la puerta y compugida  les dio paso franco a los resueltos interventores judiciales. Pero él ya no estaba dentro. Se había lanzado al vacío  desde un balcón del  décimo piso en el que vivían y que daba al exterior, a una calle que habia sido escenario cotidiano de su vida.


      Posiblemente, con las entrañas desgarradas, consciente de su abrumadora debilidad legal y física frente a sus inexpresivos visitantes, prefirió optar por ese vacío, frente a aquel otro que presentia  se iba  a convertir su vida,  después de que le arrebataran el único lugar en el con su compañera,  le permitia refugiar diariamente su intimidad.



       Quién puede intuir en qué consistió el borbotón  de pensamientos, de ideas, de recuerdos que atropelladamente galoparon en la mente de aquel hombre, antes de decidirse a quebrar definitivamente su vida.



       Ahora cuentan que el desahucio había sido aplazado en dos ocasiones. El juzgado, alegan, había prorrogado  la ejecución desde el pasado mes de marzo, después de  que recibiera un informe de los servicios sociales de Cornellà, sobre la situación desesperada en la que vivía la pareja.




      El propietario de la vivienda era, cómo no, una poderosa entidad bancaria cuyo nombre, con respetuosa discreción, ni los medios ni las autoridades judiciales se han atrevido a  revelar.



      Posiblemente - es sólo un suponer - el piso continuará vacío en el curso de los próximos meses o años, como sucede con centenares de miles de viviendas, propiedad de la usura bancaria, cerrados a cal y canto a la espera de los alegres vaivenes que marquen en el futuro las volubles leyes del mercado.




     Un hombre al vacío, un piso vacío, una pareja también dramáticamente vacía.




       Vacía estuvo también, por cierto, la solidaridad. A diferencia de lo que ocurría en bulliciosos tiempos recientes, nadie acudió en esta ocasión a solidarizarse con la pareja. Aunque el ritmo de los desahucios continúa siendo galopante, parte de los antiguos muñidores (y muñidoras) de aquellas  justas protestas se han esfumado, han desaparecido, se han evaporado como por arte de ensalmo, pasando a desempeñar el papel de administradores (as) de las instituciones que hoy se encargan de la "regulación" municipal de los desahucios. Los desahucios continúan produciéndose, pero ahora, eso sí, sometidos a la "regulación" burocrática … y a un hermético silencio mediático. 




     Miren ustedes por dónde, aquellos protestones de antaño han mutado en  garantes compartidos del implacable "imperio de la ley". Pero paradojas del sistema: los propietarios de los inmuebles y los jueces que ordenan los actuales desahucios siguen teniendo los mismos rostros, nombres y apellidos que tenían los de entonces. En la geografia de la apropiación sólo ha cambiado la titularidad  y las funciones de algunos de los que hace unos pocos años dirigían la protesta.




      Con toda propiedad podemos proclamar hoy que el "orden establecido" se ha restablecido.  Que la "paz" ha vuelto a dominar nuestras calles. Que todo ha retornado al "orden natural" de las cosas.

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 "QUE PAREZCA UN ACCIDENTE", dijo la mafia...

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