La anomalía española

El 11 de septiembre de 2013 Un tal José Manuel García Margallo, ministro español de exteriores afirmó que la Constitución "solo tiene dos artículos y el resto es literatura".


 


  “Sí, sí, si en España, nadie lo duda, hubo una transición política a mediados de los años setenta del pasado siglo. Pero, aunque de “modélica” no tuvo nada y sí, y mucho, de perversa, engañosa y falaz, no por ello dejó de ser una transición: De una dictadura militar se pasó a otra civil”.




    El 18 de julio de 1936 una ola de dolor, represión, odio, desesperación y muerte se abatió por sorpresa sobre los indefensos campos, pueblos y ciudades de una España dividida y pobre. Numerosos mandos del Ejército español (aproximadamente un 80% del total), la mayoría de ellos destinados en las Unidades destacadas en el norte de África, creyéndose legitimados para enderezar el caótico rumbo de un país que luchaba para sobrevivir en un mundo sometido a los vaivenes de ideologías políticas enfrentadas, dieron el trágico paso al frente de la rebelión pura y dura, la traición y el genocidio de todo un pueblo.
        



      Tamaña locura, con la derivada sangrienta de una feroz guerra civil en el marco de una Europa que se acercaba peligrosamente a la mayor confrontación bélica de la historia de la humanidad, nos traería a los españoles cuarenta años de terror, de odio entre hermanos y una falta absoluta de derechos y libertades. Parámetros todos ellos propios de una sanguinaria dictadura militar que, desgraciadamente, a día de hoy, en el inicio de la primavera de 2018, tras otros cuarenta años de régimen borbónico todavía no ha sido erradicada de este país sino que al hilo de los acontecimientos vividos en España a lo largo de los últimos años, y especialmente en los últimos meses, sigue ejerciendo su omnímodo poder contra un pueblo empobrecido por la crisis económica y vapuleado y deprimido por una permanente degradación política y social, enmascarada en una aparente democracia que continúa engañando a propios y extraños utilizando sin pudor alguno, no los tanques, los cañones y los fusiles del antiguo Ejército franquista, sino sus nuevos y fraudulentos instrumentos de dominación: la Fiscalía General del Estado, la Audiencia Nacional, el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, los fiscales y jueces en general, la policía antidisturbios, la guardia civil, el ministerio de Hacienda y ¡como no! los carísimos e incompetentes servicios de Inteligencia del Estado (CNI). 
        



    La llamada "modélica transición a la democracia", aireada, promocionada y publicitada hasta la náusea por el propio sistema franquista para seguir en el poder absoluto tras la muerte de Franco, planificada, coordinada, preparada y ejecutada con nocturnidad y alevosía por sus propios prebostes civiles y militares ayudados por Estados Unidos, Alemania y sus organizaciones políticas y servicios de Inteligencia, solo fue una añagaza, un fraude, una falacia de dimensiones históricas, un engaño torticero, un timo político y social, un teatrillo organizado, consentido y autorizado por el antes príncipe y luego rey de España, Juan Carlos de Borbón. Estafa despreciable donde las haya aprovechada después por sus sucesores, por un bipartidismo salvaje, corrupto y servil con una monarquía despreciable como la instaurada de nuevo en España por vía testicular del autócrata gallego que, tras una falsa apariencia de democracia, modernidad y libertad, se adueñó sin recato alguno de las vidas y haciendas de todos los españoles a partir del 20 de noviembre de 1975.




    Los españoles hemos sufrido en estos últimos ochenta años en primer lugar lo que sin ninguna duda fue una férrea dictadura de corte fascista (1939-1953); después, ligeramente amortiguada tras el pacto con los americanos de 1953 que supuso la consolidación definitiva del Régimen y su aceptación en los foros internacionales (1953-1970); más tarde, un período de “senilidad autoritaria” o "dictablanda" según el chascarrillo popular (1970-1975) hasta la muerte del dictador el 20 de noviembre de ese último año. Con un Franco enfermo que, eso sí, y esto lo desconoce prácticamente todo el mundo en este país excepto los poquísimos historiadores militares que hemos tenido acceso a la amplísima información que sobre el tema duerme el sueño de los justos en los servicios de Inteligencia de las FAS, dejaría atada y bien atada, de acuerdo con la potencia norteamericana, la hoja de ruta que tendría que seguir el país tras su deceso. Y que la propia CIA estadounidense aseguraría abruptamente acabando, con cargo a ETA, con la vida del osado político español que desafiando al dictador aspiraba a torcerla: Carrero Blanco. Y por último, tras la desaparición de su líder, el franquismo tendría la habilidad de mimetizarse bajo la parafernalia vacía y engañosa de una pseudo democracia (monarquía parlamentaria tuvieron la osadía de llamarla) que escondería durante años y años bajo el ficticio y angelical manto del respeto por las leyes y el derecho, la cara oscura y triste de un post franquismo coronado si cabe más despreciable que el de las etapas anteriores porque se basaba en el engaño de todo un pueblo y en una verdadera estafa a las democracias europeas que, no obstante, aceptarían la simulación política y social en la que se había asentado el nuevo Régimen monárquico en España por intereses económicos, financieros y comerciales, prioritariamente.              




   El engaño al pueblo español que supuso el invento y puesta en práctica en este país de una falsa transición iniciada a bombo y platillo en 1975, vendiendo al mundo el hecho de que España había logrado la cuadratura del círculo político al conseguir que una dictadura feroz y asentada en un país durante cuarenta años se auto transformara, sin ninguna presión exterior, en una verdadera democracia… no tiene parangón con ninguna otra situación histórica del pasado en este país. Y, sin embargo, sería asumido y hasta jaleado por un pueblo como el español de los años setenta del pasado siglo que, sin despojarse todavía del siniestro manto de pánico existencial que los tres años de guerra civil había dejado pegado a sus mentes, no estaba dispuesto por nada del mundo a revivir algo parecido.



    La promocionada, interior y exteriormente, transición del franquismo a la democracia, la cantinela, el mantra político que generaciones y generaciones de españoles no han tenido más remedio que oír y aceptar durante décadas, nunca existió (repito y no me cansaré de repetirlo) de verdad en este país. Todo lo relacionado con ese virtual éxito de la clase política española de finales del siglo pasado ha sido un descomunal engaño al pueblo, una pantomima interesada, un teatrillo puesto en escena por los propios dirigentes franquistas enquistados tanto en el Ejército como en la cúspide del sistema y de la sociedad civil.



    Pues bien, toda esta parafernalia de la falsa democracia española con alma, genes, autoritarismo enfermizo y el poder absoluto propio de la dictadura franquista que nunca abandonó, ha saltado por los aires tras el tremendo revulsivo político y social que ha supuesto a nivel nacional e internacional el desafío independentista catalán. Y el régimen político del 78 (basado no conviene olvidarlo en una Constitución autorizada, vigilada, corregida, incluso redactada en algunos de sus artículo por el poder fáctico castrense de la época, el Consejo Superior del Ejército), la “modélica transición” que asombró al mundo en los años ochenta y noventa del pasado siglo, la democracia avanzada a la europea que según los interesados prebostes del poder de turno vino después, el envidiable estado de derecho made in Spain  auspiciado por un rey divino y campechano venido del cielo para traer la felicidad a sus amados súbditos…está en estos momentos con el culo al aire. Naciones europeas de nuestro entorno, políticos europeos y mundiales de alto nivel, prestigiosos juristas, abogados de reconocido currículum, gobiernos de regiones o naciones sin Estado, organismos internacionales de primer nivel ONU incluida, partidos políticos nacionales y regionales, medios de comunicación internacionles, parlamentos y asociaciones políticas y sociales…etc, etc, en todo el mundo se han echado, y lo siguen haciendo a día de hoy, las manos a la cabeza tras las alocadas decisiones del Gobierno español en estos últimos meses para afrontar y tratar de solucionar el contencioso catalán.



   Y es que este hombre, el todavía presidente del Gobierno español, el a todas luces clon político del siniestro personaje barcenario M. Rajoy, el líder del partido político más corrupto que haya sufrido nunca el parlamentarismo español, el cacique o dictador de medio pelo que gestionaba desde la sombra los últimos poderes dictatoriales de ese franquismo bunkerizado que por fin acaba de salir a la superficie en todo el mundo civilizado… o está loco o se lo hace la mar de bien. Pero lo verdaderamente malo no es que tengamos al frente del país a un loco real o virtual. Lo trágico de esa psicosis obsesiva del sobrecogedor M. Rajoy, de esa locura sádica y homicida que le lleva a considerar rebelde, malversador, sedicioso, traidor, golpista y demás a todo lo que se mueve en Cataluña es que este desdichado va a conseguir lo contrario de lo que perseguía con sus fiscales, sus jueces, sus policías, sus guardias civiles, su 155 y su masa de portaestandartes en la que se ha convertido una gran parte de la ciudadanía de derechas hispánica: Perder Cataluña. De hecho, él ya la ha perdido. Y estamos en trance de perderla muchos millones de españoles que no queríamos de ninguna manera que esto ocurriera. Desde la democracia, el respeto, la libertad, el verdadero estado de derecho, la amistad, la confraternidad y el deseo de seguir viviendo juntos. Pero, desde luego, no con este loco en el poder. Ni con el franquismo en nuestras vidas.




                              Fdo: Amadeo Martínez Inglés
                              Coronel. Escritor. Historiador

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