EN ESTADOS UNIDOS LOS POBRES NO DEBEN COMER
Por JULIO ANDRÉS CAPEY PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
   
 La doble moral cristiano-capitalista sobre la que levanta el Estado 
norteamericano no permite siquiera manifestar una de las mayores 
virtudes cristianas por Dios: la caridad con  los pobres. Paradójico si 
se tiene en cuenta que se consideran un pueblo "elegido". 
   
 Según varios medios de prensa internacionales, una docena de personas 
están siendo procesadas por la comisión de un particular delito: “tras ofrecer comida a un grupo de personas sin hogar en un parque público de la localidad de El Cajón, California, (EE.UU.)”.
   
 Los hechos –que tuvieron lugar el pasado domingo- provocaron que la 
Policía local interpusiera una denuncia contra las personas que 
repartieron  alimentos a los sin techo, entre los que se encontraba un 
niño menor de 14 años.
    Según las fuentes consultadas, dichas personas fueron acusadas de “violar el código municipal 1.28.010 de El Cajón, que data de octubre del 2017, cuando un brote de hepatitis A azotó el área”.
   
 De acuerdo con la versión de las autoridades, la norma que prohíbe 
"compartir alimentos" en espacios públicos” forma parte de los esfuerzos
 por detener la propagación del virus, y afecta a todos  los parques 
urbanos.
    Para Ben Kalasho, concejal de El Cajón, “alimentar
 a indigentes en los parques de la ciudad es una mala idea debido a la 
situación en la que nos encontramos con el brote de hepatitis A".
   
 “Si alguien quiere ayudar, puede llevarlos a una casa, darles de comer,
 alojarlos y ofrecerles un baño. Recomendó el funcionario local.
    Por su parte, uno de los abogados que representa a las 12 personas enjuiciadas “no
 cree que el verdadero motivo de la ordenanza fuera detener la 
propagación de hepatitis A, sino un intento de sacar a las personas sin 
hogar de El Cajón”.
    Los acusados podrían enfrentar sanciones que van desde una multa de 1.000 dólares a la entrada en prisión.
    Los padres fundadores de los Estados Unidos, de la contitución y de la Judicatura de ese país decían creer “que
 la prosperidad política, el gobierno popular e incluso la felicidad 
humana de Norteamérica dependen en la fundación moral de la religión cristiana”.
    A este respecto, el  Presidente de los Estados Unidos, George Washington, en su discurso de despedida a la nación se refirió a “la esencialidad de la moralidad cristiana para la supervivencia de la nación” en estos términos:
    “De todas las disposiciones y hábitos que guían a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables. (…) El simple político, igualmente como el hombre devoto, debe respetarlas y nutrirlas”.
    
 Sin embargo, la religión y la caridad cristiana en particular, tal y 
como siempre la entendieron sus presidentes a lo largo de la historia, 
no es más que doble moral obsesionada con el pecado, el castigo y la 
expiación.
     Desde que el emperador romano Constantino
 asumió convenientemente el cristianismo para convertirlo en una 
institución fundamental del Estado, la religión ha servido para cubrir 
su condición  criminal.
   
 En el caso norteamericano al que nos estamos referiendo, siendo una 
sociedad mayoritariamente cristiana en sus dos vertientes: católica y 
protestante, es evidente la paradoja de expresión moralista, hipócrita y
 falaz que oculta, además, las causas de la pobreza de quienes no tienen
 casa ni pan.
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