DRESDE, Alemania 1945
Hace 60 años, 13-14 de febrero de 1945: Por qué se destruyó Dresde
El mito de la guerra buena: EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial
Jacques R. Pauwels
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
La noche del 13 al 14 de febrero de 1945 la antigua y hermosa capital de Sajonia, Dresde, fue
atacada tres veces, dos por la RAF [las Fuerzas Aéreas Británicas] y una por la USAAF, Fuerzas
Aéreas de Estados Unidos, en una operación en la que participaron más de 1.000 bombarderos. Las
consecuencias fueron catastróficas ya que el centro histórico de la ciudad quedó incinerado y
perdieron la vida entre 25.000 y 40.000 personas [1]. Dresde no era un centro industrial o militar
importante y, por lo tanto, no era un objetivo que mereciera el considerable e inusual esfuerzo
conjunto estadounidense y británico que supuso el ataque. La ciudad tampoco fue bombardeada
como represalia por anteriores bombardeos alemanes de ciudades como Rotterdam y Coventry. En
venganza por la destrucción de estas ciudades, bombardeadas despiadadamente por la Luftwaffe
en 1940, Berlín, Hamburgo, Colonia y otras muchas ciudades alemanas grandes y pequeñas ya
habían pagado un alto precio en 1942, 1943 y 1944. Además, a principios de 1945 los comandantes
aliados sabían perfectamente que ni siquiera el bombardeo aéreo más feroz lograría "aterrorizar [a
los alemanes] hasta rendirse" [2], por lo tanto no es realista pensar que quienes planearon la
operación tuvieran esta motivación. El bombardeo de Dresde parece, pues, que fue una masacre
sin sentido y aparece como una tarea más terrible incluso que la devastación atómica de Hiroshima
y Nagasaki que, por lo menos, se suponía habían llevado a la capitulación de Japón.
Sin embargo, en los últimos tiempos el bombardeo de países y ciudades se ha convertido en un
acontecimiento casi cotidiano, no sólo justificado por nuestros dirigentes políticos sino también
presentado por nuestros medios de comunicación como una empresa militar eficaz y un medio
perfectamente legitimado de lograr objetivos que supuestamente merecen la pena. En este
contexto, incluso el terrible ataque a Dresde ha sido rehabilitado por un historiador británico,
Frederick Taylor, que argumenta que quienes planearon el ataque no tenían intención de provocar
a la ciudad sajona esa descomunal destrucción, sino que ésta fue el resultado imprevisto de una
combinación de desafortunadas circunstancias, incluyendo unas condiciones climatológicas
perfectas y un sistema de defensas aéreas alemanas completamente inadecuado [3]. Sin embargo,
la afirmación de Taylor la contradice un hecho, que él mismo cita en su libro, en concreto que
aproximadamente 40 [bombarderos] "pesados" estadounidenses se desviaron de su ruta de vuelo y
acabaron arrojando sus bombas en Praga en vez de en Dresde [4]. Si todo hubiera ocurrido como
se había planeado, la destrucción de Dresde seguramente habría sido aún mayor de lo que fue. Por
consiguiente, es obvio que se había buscado un grado de destrucción excepcionalmente grande.
Más grave es la insistencia de Taylor en que Dresde constituía un objetivo legítimo ya que no sólo
era un importante centro militar sino también un punto de cruce de primera categoría del tráfico
por ferrocarril así como una importante ciudad industrial en la que gran cantidad de fábricas y
talleres producían todo tipo de equipamiento fundamental desde el punto de vista militar. No
obstante, una serie de hechos indican que estos objetivos "legítimos" apenas tuvieron peso en los
cálculos de quienes planificaron el ataque. En primer lugar, no se atacó la única instalación militar
verdaderamente importante, el aeródromo de la Luftwaffe situado a pocos kilómetros al norte de la
ciudad. En segundo lugar, los aviones británicos que señalaban los objetivos a los bombarderos no
marcaron como objetivo la supuesta crucialmente importante estación de tren. En vez de ello se
ordenó a las tripulaciones que arrojaran sus bombas dentro de la ciudad, situada al norte de la
page 1 / 10estación [5]. A consecuencia de ello, aunque los estadounidenses bombardearon la estación y gran
cantidad de personas murió allí, sus instalaciones sufrieron relativamente pocos daños
estructurales, tan pocos que, de hecho, a los pocos días de la operación otra vez pudieron circular
trenes que transportaban tropas [6]. En tercer lugar, la gran mayoría de las industrias militarmente
importantes de Dresde no estaba situadas en el centro de la ciudad sino a las afueras, donde no se
arrojaron bombas, al menos deliberadamente [7].
No se puede negar que Dresde, como cualquier otra ciudad alemana importante, contenía
instalaciones militarmente importantes y que al menos algunas de estas instalaciones estaban
situadas en el centro de la ciudad y, por lo tanto, fueron destruidas en el ataque, pero esto no lleva
lógicamente a la conclusión de que el ataque se planeó con este propósito. También se destruyeron
hospitales e iglesias, y murieron muchos prisioneros de guerra aliados que estaba casualmente en
la ciudad, pero nadie argumenta que el ataque se hiciera para provocar eso. Del mismo modo,
muchos judíos y miembros de la resistencia a los nazis de Alemania que esperaba ser deportados
y/o exterminados pudieron escapar de la prisión durante el caos ocasionado por el bombardeo [8]
pero nadie afirma que éste fuera el objetivo del ataque. Por tanto, no hay razón lógica para concluir
que la destrucción de una cantidad desconocida de instalaciones militares de mayor o menor
importancia fuera la razón del ataque. La destrucción de la industria de Dresde, como la liberación
de unos cuantos judíos, sólo fue una consecuencia secundaria de la operación que no se había
planeado.
Con frecuencia se sugiere, Taylor también, que el objetivo del bombardeo de la capital sajona era
facilitar el avance del Ejército Rojo. Supuestamente los propios soviéticos habían pedido a sus
socios occidentales durante la Conferencia de Yalta, celebrada del 4 al 11 de febrero de 1945, que
debilitaran la resistencia alemana en el frente oriental por medio de ataques aéreos. Sin embargo,
no existe prueba alguna que confirme esta afirmación. La posibilidad de ataques aéreos
anglo-estadounidenses sobre objetivos del este de Alemania sí se discutió en Yalta, pero durante
estas conversaciones los soviéticos expresaron su preocupación de que sus propias líneas fueran
atacadas por los bombarderos, por lo que pidieron que la RAF y la USAAF no operaran demasiado al
este [9] (el temor de los soviéticos a padecer el llamado "fuego amigo" no era infundado, como
quedó demostrado durante el propio ataque a Dresde cuando una cantidad considerable de aviones
bombardeó por error Praga, situada igual de lejos de Dresde de lo que estaban las líneas del
Ejército Rojo). Fue en este contexto en el que un general soviético llamado Antonov expresó un
interés general en "ataques aéreos que impidieran los movimientos del enemigo", pero esto no se
puede interpretar como una petición de imponer a la capital sajona (a la que, por cierto, no
mencionó en absoluto) ni a cualquier otra ciudad alemana el tipo de tratamiento que recibió Dresde
el 13-14 de febrero. Ni en Yalta ni en ninguna otra ocasión los soviéticos pidieron a sus aliados
occidentales el tipo de ayuda aérea que supuestamente se materializara en forma de la
devastación de Dresde. Es más, nunca dieron su aprobación al plan de bombardear Dresde, como a
menudo se ha afirmado [10]. En cualquier caso, aun cuando los soviéticos hubieran pedido esa
ayuda desde el aire, es extremadamente poco probable que los aliados hubieran respondido
lanzando inmediatamente la potente flota de bombarderos que de hecho atacó Dresde.
Para entender por qué esto es así tenemos que examinar de cerca las relaciones entre los aliados a
principios de 1945. Desde mediados a finales de enero los estadounidense seguían envueltos en las
convulsiones finales de la "Batalla del Saliente" [a], una inesperada contraofensiva alemana en el
frente occidental que les había causado grandes dificultades. Los estadounidenses, británicos y
canadienses todavía no habían cruzado el Rin, ni siquiera habían alcanzado las riberas occidentales
de este río, y todavía les separaban de Berlín más de 500 kilómetros. Mientras tanto, en el frente
page 2 / 10oriental el Ejército Rojo había lanzado una importante ofensiva el 12 de enero y avanzaba
rápidamente a 100 kilómetros de la capital alemana. La resultante probabilidad de que los
soviéticos no sólo tomaran Berlín sino que penetraran profundamente en la mitad occidental de
Alemania antes de que acabara la guerra perturbaba enormemente a muchos dirigentes militares y
políticos estadounidenses y británicos. ¿Es realista creer que en esas circunstancias Washington y
Londres estuviera deseosos de posibilitar a los soviéticos hacer progresos aún mayores? Aunque
Stalin hubiera pedido ayuda anglo-estadounidense, Churchill y Roosevelt le habrían proporcionado
alguna ayuda simbólica, pero nunca habrían lanzado la operación masiva y sin precedentes
combinada de la RAF y la USAAF que resultó ser el bombardeo de Dresde. Es más, atacar Dresde
significaba enviar cientos de grandes bombarderos a más de 2.000 kilómetros a través del espacio
aéreo enemigo, acercarse tanto a las líneas del Ejército Rojo que podían correr el riesgo de arrojar
por error sus bombas sobre los soviéticos o de ser disparados por la artillería antiaérea soviética.
¿Se podía esperar que Churchill o Roosevelt invirtieran semejante cantidad de recursos humanos y
materiales, y corrieran semejantes riesgos en una operación que haría más fácil al Ejercito Rojo
tomar Berlín y posiblemente llegar al Rin antes de lo que lo hicieron? Tajantemente no. Los
dirigentes políticos y militares estadounidenses y británicos sin lugar a dudas opinaban que el
Ejército Rojo ya estaba avanzando bastante deprisa.
Hacia finales de enero de 1945 Roosevelt y Churchill se prepararon para viajar a Yalta para celebrar
una reunión con Stalin. Habían solicitado esta reunión porque querían establecer acuerdos
vinculantes sobre la Alemania de posguerra antes de que acabaran las hostilidades. Si estos
acuerdos no existían, las realidades militares sobre el terreno determinarían quién iba a controlar
qué partes de Alemania y parecía que para cuando los nazis capitularan finalmente, los soviéticos
iba a controlar la mayor parte de Alemania, con lo que podrían determinar unilateralmente el futuro
político, social y económico del país. Los propios Washington y Londres habían creado un fatídico
precedente de este tipo de plan de acción unilateral cuando liberaron Italia en 1943 y negaron
categóricamente a la Unión Soviética toda participación en la reconstrucción de ese país; lo mismo
hicieron en Francia y Bélgica [11]. Stalin, que había seguido el ejemplo de sus aliados cuando liberó
países en el este de Europa, obviamente no necesitaba o quería este acuerdo vinculante respecto a
Alemania y, por lo tanto, esa reunión. Aceptó la propuesta, pero insistió en que el encuentro tuviera
lugar en territorio soviético, en el balneario crimeo de Yalta. Contrariamente a las creencia
convencionales sobre la Conferencia, Stalin demostraría ser de lo más complaciente y acceder a la
fórmula propuesta por los británicos y estadounidenses, que era extremadamente ventajosa para
ellos, es decir, la división de la Alemania de posguerra en zonas ocupadas, de las que sólo
aproximadamente una tercera parte del territorio alemán (lo que luego serían "Alemania del este")
se asignaba a los soviéticos. Roosevelt y Churchill no podían haber previsto este afortunado
resultado de la Conferencia de Yalta, de la que volvieron "con un ánimo exultante" [12]. Durante las
semanas anteriores a la conferencia esperaban que el dirigente soviético fuera un interlocutor
exigente y difícil, animado por los recientes éxitos del Ejército Rojo y por el hecho de gozar de una
especie de ventaja en el juego. Había que encontrar una manera de hacerle volver a poner los pies
en la tierra, de condicionarle para que hiciera concesiones a pesar de ser el favorito provisional del
dios de la guerra.
Era de una importancia crucial dejar claro a Stalin que no se debía subestimar el poder militar de
los aliados occidentales a pesar de los recientes reveses en las Ardenas belgas. Había que
reconocer que el Ejército Rojo disponía de enormes masas de soldados de infantería, de excelentes
tanques y de una artillería formidable, pero los aliados occidentales tenían en sus manos una baza
militar que los soviéticos eran incapaces de igualar. Esta baza era su fuerza aérea, que contaba con
la más impresionante colección de bombarderos que jamás había visto el mundo. Esta arma hacía
posible que estadounidenses y británicos lanzaran los más devastadores ataques aéreos sobre
objetivos que estaban muy lejos de sus propias líneas. ¿No resultaría más fácil negociar con Stalin
page 3 / 10en Yalta si se pudiera conseguir que fuera consciente de esto?
Fue Churchill quien decidió que la destrucción total de la ciudad alemana en las narices de los
soviéticos, por así decirlo, enviaría el mensaje deseado al Kremlin. Durante cierto tiempo la RAF y la
USAAF habían sido capaces de infligir golpes devastadores a cualquier ciudad alemana y se habían
preparado meticulosamente planes detallados para esta operación conocida como "Operación
Trueno". Sin embargo, durante el verano de 1944, cuando el rápido avance desde Normandia hizo
probable que la guerra se ganara antes de fin de año y ya se empezaba a pensar en la
reconstrucción de posguerra, una operación al estilo de la Operación Trueno se había empezado a
ver como un medio de intimidar a los soviéticos. En agosto de 1944 un memorandum de la RAF
señalaba que "la devastación total del centro de una vasta ciudad [alemana] [...] convencería a los
aliados rusos [...] de la eficacia de la potencia aérea anglo-estadounidense" [13].
A principios de 1945 ya no se consideraba necesaria la Operación Trueno para derrotar a Alemania.
Pero hacia finales de enero de 1945, mientras se preparaba para viajar a Yalta, Churchill vio de
pronto un gran interés en este proyecto, insistió en que se debía llevar a cabo inmediatamente y
ordenó específicamente al jefe del Comando de Bombarderos de la RAF, Arthur Harris, que borrara
del mapa una ciudad en el este de Alemania [14]. El 25 de enero el primer ministro británico indicó
dónde quería que "se acribillara" a los alemanes, a saber, en algún lado "en su retirada [en
dirección oeste] desde Breslau [ahora Wroclaw, en Polonia]" [15]. En términos de centros urbanos
esto equivalía a deletrear D-R-E-S-D-E. El hecho de que el propio Churhill estuviera detrás de la
decisión de bombardear una ciudad del este de Alemania también se daba a entender en la
autobiografía de Arthur Harris, quien escribió que "en aquel momento gente mucho más importante
que yo mismo consideraba que el ataque a Dresde era una necesidad militar" [16]. Es obvio que
sólo personalidades del calibre de Churchill eran capaces de imponer su voluntad al zar de los
bombardeos estratégicos. Como ha escrito el historiador militar británico Alexander McKee,
Churchill "trató de escribir [una] lección en el cielo nocturno [de Dresde]" para los soviéticos. Sin
embargo, puesto que la USAAF acabó implicándose también en el bombardeo de Dresde, podemos
asumir que Churchill actuó con el conocimiento y aprobación de Roosevelt. Los socios de Churchill
en lo más alto de la jerarquía tanto militar como política de Estados Unidos, incluyendo al general
Marshall, compartían su punto de vista; como escribe McKee, estaban demasiado fascinados por la
idea de "intimidar a los comunistas [soviéticos] aterrorizando a los nazis"[17]. La participación
estadounidense en el ataque a Dresde no era verdaderamente necesaria porque sin lugar a dudas
la RAF era capaz de borrar del mapa Dresde actuando en solitario. Pero el efecto de "exageración"
resultante de una redundante contribución estadounidense era perfectamente funcional para el
propósito de demostrar a los soviéticos lo letal que era el poderío aéreo anglo-estadounidense.
También es probable que Churchill no quisiera que fuera exclusivamente británica la
responsabilidad de lo que él sabía iba a ser una masacre terrible; era un crimen para el que
necesitaba un socio.
Una operación al estilo de la Operación Trueno dañaría, por supuesto, cualquier instalación militar e
industrial, así como la infraestructura de comunicaciones que hubiera en la ciudad que era su
objetivo y, por consiguiente, supondría otro golpe para el ya tambaleante enemigo alemán. Pero
cuando finalmente se lanzó esta operación con Dresde como objetivo, se hizo mucho menos para
acelerar la derrota del enemigo alemán que para intimidar a los soviéticos. Utilizando la
terminología de la escuela de sociología estadounidense del "análisis funcional", golpear a los
alemanes lo más duramente posible era la "función manifiesta" de la operación, mientras que
intimidar a los soviéticos era su mucho más importante función "latente" u "oculta". La destrucción
masiva infligida a Dresde se planeó (en otras palabras, era "funcional") no para infligir un golpe
page 4 / 10devastador al enemigo alemán, sino para demostrar al aliado soviético que los
anglo-estadounidenses tenían un arma que el Ejército Rojo no podría igualar, sin importar lo
poderoso que éste fuera y el éxito que éste tuviera contra los alemanes, y que tenían un arma
contra la que los soviéticos no tenían defensas adecuadas.
Sin lugar a dudas, muchos generales y oficiales de alto rango estadounidenses y británicos eran
conscientes de la función latente de la destrucción de Dresde y aprobaron esta empresa; también
los comandantes locales de la RAF y la USAAF, así como los "maestros bombarderos" eran
conscientes (después de la guerra dos de ellos afirmaron recordar que se les había dicho
claramente que la intención de este ataque era "impresionar a los soviéticos con el poder
destructor de nuestro Comando Bombardero") [18]. Pero los soviéticos, que hasta el momento
habían hecho la mayor contribución a la guerra contra la Alemania nazi y que por ello habían
sufrido no sólo las mayores pérdidas sino que también habían tenido los éxitos más espectaculares,
por ejemplo, en Stalingrado, gozaban de muchas simpatías entre el personal militar de baja
graduación estadounidense y británico, incluyendo las tripulaciones de los bombarderos. Estas
personas seguramente habrían desaprobado un plan para intimidar a los soviéticos y con toda
seguridad un plan (la destrucción de una ciudad alemana desde el aire) que ellos tendrían que
llevar a cabo. Por lo tanto, fue necesario camuflar el objetivo de la operación tras unas razones
oficiales. En otras palabras, como no se podía decir la atroz función latente de la operación, había
que inventarse una función manifiesta que se pudiera decir [b].
Y así se instruyó a los comandantes regionales y los maestros bombarderos para formular otros
objetivos, que se esperaba fueran creíbles, por el bien de sus tripulaciones. En vista de ello
podemos entender por qué las instrucciones dadas a las tripulaciones respecto a los objetivos eran
diferentes de una unidad a otra y por qué a menudo fueron descabelladas e incluso contradictorias.
La mayoría de los comandantes hicieron hincapié en los objetivos militares y citaron "blancos
militares" indefinidos, hipotéticas "fábricas vitales de munición" y "depósitos de armas y
suministros", el supuesto papel de Dresde como "ciudad fortificada" e incluso la existencia en la
ciudad de algún "cuartel general del ejército alemán". Con frecuencia se hicieron también vagas
alusiones a "importantes instalaciones militares" y a "depósitos de vagones y máquinas de tren" .
Para explicar a las tripulaciones por qué se atacaba el centro de la ciudad y no los barrios
periféricos industriales, algunos comandantes hablaron de la existencia en el centro de "cuarteles
generales de la Gestapo" y de "una gigantesca fábrica de gas". Algunos oradores o bien
fueron incapaces de inventarse esos objetivos imaginarios o bien por alguna razón no deseaban
hacerlo y dijeron escuetamente a sus hombres que se iban a arrojar las bombas en el "centro
construido de la ciudad de Dresde" o, simplemente, "en Dresde" [19]. Destruir el centro de una
ciudad alemana con la esperanza de provocar tanto daño como fuera posible a las instalaciones
militares e industriales, y a las infraestructuras de comunicaciones resultó ser la esencia de la
estrategia aliada, o al menos británica, de "bombardear una zona" [20]. Las tripulaciones de los
bombarderos habían aprendido a aceptar este desagradable hecho de la vida, o más bien de la
muerte, pero en el caso de Dresde muchos de ellos se sintieron incómodos. Cuestionaron las
instrucciones respecto a los objetivos y tuvieron la impresión de que este ataque implicaba algo
inusual y sospechoso, y de que sin lugar a dudas no era un asunto "de rutina", tal como Taylor lo
presenta en su libro. Por ejemplo, el radio-operador de un B-17 declaró en una comunicación
confidencial que "ésta era la única vez" que "a [él] (y a otros) les parecía que la misión era inusual".
La angustia que experimentaron las tripulaciones quedó también ilustrada por el hecho de que en
muchos casos unas órdenes del comandante no provocaron los tradicionales vítores de las
tripulaciones sino que se recibieron con un silencio gélido [21].
page 5 / 10Directa o indirectamente, con intención o sin ella, las instrucciones y órdenes dirigidas a las
tripulaciones a veces revelaban la verdadera función del ataque. Por ejemplo, una directriz de la
RAF a las tripulaciones de varios grupos de bombarderos emitida el día del ataque, el 13 de febrero
de 1945, afirmaba de forma inequívoca que la intención era "enseñar a los rusos, cuando lleguen a
la ciudad, lo que es capaz de hacer nuestro Comandante de Bombarderos" [22]. En esas
circunstancias apenas es sorprendente que muchos miembros de las tripulaciones entendieran
claramente que tenían que borrar Dresde del mapa para asustar a los soviéticos. Un miembro
canadiense de la tripulación de un bombardero declararía después de la guerra a un historiador oral
que estaba convencido de que el objetivo de bombardear Dresde había sido dejar claro a los
soviéticos "que tenían que portarse bien, si no les íbamos a enseñar lo que también podíamos
hacer a las ciudades rusas" [23].
Las noticias de la destrucción particularmente espantosa de Dresde también causaron un gran
malestar entre civiles británicos y estadounidenses, que compartían la simpatía de los soldados por
los aliados soviéticos y que tras conocer las noticias del ataque sintieron igualmente que esta
operación rezumaba algo inusual y sospechoso. Las autoridades trataron de eliminar la inquietud
del público explicando la operación como un esfuerzo para facilitar el avance del Ejército Rojo. En
una conferencia de prensa de la RAF en el París liberado el 16 de febrero de 1945 se les dijo a los
periodistas que la destrucción de este "centro de comunicaciones" situado cerca del "frente ruso"
se había inspirado en el deseo de hacer posible que los rusos "continuaran su lucha con éxito". Que
esto era meramente una excusa inventada por lo que ahora se llama "vendedores de humo" [c] lo
reveló el propio portavoz militar que reconoció sin convicción que él "creía" que la intención
"probablemente" había sido ayudar a los soviéticos [24].
La hipótesis de que el ataque a Dresde fuera intimidar a los soviéticos explica no sólo la magnitud
de la operación sino también la elección del objetivo. Para quienes planearon la Operación Trueno
Berlín siempre se presentaba como el objetivo perfecto. Sin embargo, a principios de 1945 la
capital alemana ya había sido bombardeada varias veces. ¿Se podía esperar que otro bombardeo
aéreo, sin importar lo devastador que fuera, tuviera el efecto deseado sobre los soviéticos cuando
luchara para abrirse camino hacia la capital [alemana]? La destrucción creada en 24 horas
seguramente sería mucho más espectacular si el objetivo fuera una ciudad bastante grande,
compacta y "virginal", esto es, todavía no bombardeada. Dresde, afortunada por no haber sido
bombardeada hasta entonces, era ahora lo suficientemente desafortunada para reunir todos esos
criterios. Además, los comandantes británicos y estadounidenses esperaban que los soviéticos
llegaran a la capital sajona en unos pocos días, por lo que podrían ver enseguida con sus propios
ojos lo que la RAF y la USAAF podían lograr en una sola operación. Aunque el Ejército Rojo entró en
Dresde mucho después de lo que los británicos y estadounidenses esperaban, es decir, el 8 de
mayo de 1945, la destrucción de la capital capital sajona tuvo el efecto deseado. Las líneas
soviéticas estaban situadas sólo a unos doscientos kilómetros de la ciudad de modo que los
hombres del Ejército Rojo pudieron admirar el resplandor del infierno de Dresde en el horizonte
nocturno. Supuestamente la tormenta de fuego era visible a una distancia de 300 kilómetros.
Si intimidar a los soviéticos se considera la [función] "latente", en otras palabras, la función real de
la destrucción de Dresde, entonces tiene sentido no sólo la magnitud de la operación sino también
el momento en que se hizo. Al menos según algunos historiadores, se suponía que el ataque iba a
tener lugar el 4 de febrero de 1945, pero debido a las inclemencias del tiempo se tuvo que
posponer a la noche del 13 al 14 de febrero [25]. La Conferencia de Yalta empezó el 4 de febrero. Si
los fuegos artificiales de Dresde hubieran tenido lugar ese día, podría haber dado qué pensar a
Stalin en ese momento critico. El dirigente soviético, que volaba alto tras los recientes éxitos del
page 6 / 10Ejército Rojo, habría sido llevado a poner los pies en la tierra con esta proeza de las fuerzas aliadas
y, por consiguiente, se habría vuelto un interlocutor menos confiado y más condescendiente en la
mesa de la conferencia. Esta expectativa quedó reflejada claramente en un comentario hecho por
un general estadounidense, David M. Schlatter, una semana después de que empezara la
Conferencia de Yalta: "Creo que nuestras fuerzas aéreas son una fuerte baza con la que nos
acercaremos a la mesa del tratado para la posguerra y que esta operación [el planeado bombardeo
de Dresde y/o Berlín] se sumará poderosamente a su fuerza o, más bien, ayudará a que los rusos
conozcan su fuerzas [26]".
El plan de bombardear Dresde no se canceló sino que meramente se pospuso. El tipo de
demostración de potencia militar que se suponía que era mantuvo su utilidad psicológica incluso
después de terminada la Conferencia de Crimea. Se seguía esperando que los soviéticos entraran
pronto en Dresde y así pudieran ver de primera mano la horrible destrucción que las fueras aéreas
anglo-estadounidenses eran capaces de causar a una ciudad completamente arrasada en una sola
noche. Después, cuando los bastante vagos acuerdos alcanzados en Yalta se tuvieran que poner en
práctica, los "chicos del Kremlin" seguramente recordarían lo que habían visto en Dresde, sacarían
útiles conclusiones de sus observaciones y se comportarían como Washington y Londres esperaban
que hicieran. Cuando hacia el final de las hostilidades las tropas estadounidenses tuvieron la
oportunidad de llegar a Dresde antes que los soviéticos, Churchill vetó lo siguiente: incluso a esas
alturas, cuando Churchill estaba muy deseoso de que los anglo-estadounidenses ocuparan la mayor
cantidad de territorio alemán posible, todavía insistió en que se debía permitir a los soviéticos
ocupar Dresde, sin duda para que pudieran beneficiarse del efecto demostrativo del bombardeo.
Dresde fue arrasado para intimidar a los soviéticos con una demostración del inmenso poder
destructivo que permitió a los bombarderos de la RAF y de la USAAF sembrar muerte y destrucción
a cientos de kilómetros de sus bases y el trasfondo era claro: este poder destructivo se podría
dirigir a la propia Unión Soviética. Esta interpretación explica las muchas particularidades del
bombardeo de Dresde, como la magnitud de la operación, la unusual participación en una sola
operación tanto de la RAF como de la USAAF, la elección de un objetivo "virginal", la (buscada)
enormidad de la destrucción, el momento del ataque y el hecho de que no se tocaran lo que
supuestamente era crucialmente importante, la estación central y los barrios periféricos con sus
fábricas ni tampoco el campo de aviación Luftwaffe. El bombardeo de Dresde tenía poco o nada
que ver con la guerra contra la Alemania nazi: fue un mensaje anglo-estadounidense a Stalin, un
mensaje que costó la vida de cientos de miles de personas. Más tarde ese mismo año siguieron dos
mensajes codificados de manera similar aunque no muy sutiles que supusieron más víctimas, pero
esta vez el objetivo fueron ciudades japonesas, y la idea era llamar la atención de Stalin sobre la
letalidad de la terrible nueva arma estadounidense, la bomba atómica [27]. Dresde tenía poco o
nada que ver con la guerra contra la Alemania nazi; tenía mucho que ver, si no todo, con un nuevo
conflicto en el que el enemigo iba a ser la Unión Soviética. Había nacido la Guerra Fría en el
espeluznante calor del infiero de Dresde, Hiroshima y Nagasaki.
* Jacques R. Pauwels es escritor nacido en Bélgica aunque reside en Canadá desde 1969. Es autor
de El mito de la guerra buena : EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, Hondarribia, Hiru, 2002;
traducción de José Sastre.
Notas:
page 7 / 10[1] Frederick Taylor, Dresden: Tuesday, February 13, 1945, Nueva York, 2004, pp. 354, 443-448;
Götz Bergander, Dresden im Luftkrieg. Vorgeschichte, Zerstörung, Folgen, Weimar, 1995, capítulo
12 y especialmente pp. 210 ff., 218-219, 229;
"Luftangriffe auf Dresden", http://de.wikipedia.org/wiki/Luftangriffe_auf_Dresden, p. 9.
[2] Véase, por ejemplo, los comentarios hechos por el general Spaatz citados en Randall Hansen,
Fire and fury: the Allied bombing of Germany, 1942-45, Toronto, 2008, p. 243.
[3] Taylor, p. 416.
[4] Taylor, pp. 321-322.
[5] Olaf Groehler, Bombenkrieg gegen Deutschland, Berlín, 1990, p. 414; Hansen, p. 245;
"Luftangriffe auf Dresden", http://de.wikipedia.org/wiki/Luftangriffe_auf_Dresden, p.7.
[6] "Luftangriffe auf Dresden", http://de.wikipedia.org/wiki/Luftangriffe_auf_Dresden, p. 7.
[7] Taylor, pp. 152-154, 358-359.
[8] Eckart Spoo, "Die letzte der Familie Tucholsky", Ossietzky, No. 11/2, junio de 2001, pp. 367-70.
[9] Taylor, p. 190; Groehler, pp. 400-401. Citando un estudio sobre Yalta, al autor británico del
último estudio sobre el bombardeo aliado durante la Segunda Guerra Mundial señala que los
soviéticos "claramente preferían mantener a la RAF y la USAAF lejos del territorio que pronto
ocuparían", véase C. Grayling, Among the Dead Cities: Was the Allied Bombing of Civilians in WWII
a Necessity or a Crime?, Londres, 2006, p. 176.
[10] Alexander McKee, Dresden 1945: The Devils Tinderbox, Londres, 1982, pp. 264-265;
Groehler, pp. 400-402.
[a] N. de la t.: En términos militares un saliente es un campo de batalla que se adentra en territorio
enemigo y, por lo tanto está rodeado por el enemigo en tres de sus lados, lo que hace que las
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