Vuelve el macho
 
PIERRE MYLESTIN 
Vuelve el macho. La pasada 
Nochevieja, varios centenares de inmigrantes se fueron de fiestorra en 
“Merkelandia” para lanzarse a la caza de la tierna y codiciada carne 
rubia. 
“Llamar ‘animal’ a un varón es 
adularlo. No es ningún animal, es una máquina, un consolador sobre 
cuatro patas”, opina la feminista Valerie Solanas, autora del manifiesto
 SCUM, que dicho en román paladino significa “Asociación para castrar a 
los varones”. 
Más de un millón de inmigrantes, 
embriagados del más aborrecido machismo, llegaron, después de un largo 
período de hambruna, a los brazos abiertos de una Europa que les invita a
 nutrirse en su generoso pecho. Europa, engañada en su día, se hizo 
poseer por Zeus, transformado en toro. Hoy, Europa, engañada por sus 
oligarcas, se hace poseer por hordas de búfalos disfrazados de 
inmigrantes; una manada de toros invitados a arar lo que debe 
impunemente ser arado (piensan ellos). 
“Creo que el odio del varón es un acto político viable y honorable”, declara Robin Morgan, autora de Sisterhood Is Powerful, “uno de los 100 libros más influyentes del siglo XX”, según la   New Public Library. 
Mujeres blancas violadas y 
humilladas en nombre del multiculturalismo. Hombre blanco impotente para
 defenderlas en nombre del antirracismo y con la aquiescencia del 
feminismo, pues, como lo dice claramente Éric Zemmour, el verdugo 
teórico de estas damas, “el feminismo es una empresa totalitaria de 
desestructuración del ser humano y de la diferencia entre los sexos”. 
Así, después de haber conseguido tan brillantemente castrar a la 
sociedad denominada patriarcal, nuestras feministas hembristas asisten 
hoy, a la vez desnudas e idiotas útiles, a la “neandertalización” de una
 organización societal que han contribuido conscientemente a destruir. 
El problema, para esas ilustres damas, es que el señor Neandertal en 
cuestión no es exactamente lo mismo que el varón blanco occidental, de 
menos o más de 50 años, sumiso y castrado por un perpetuo sentimiento de
 arrepentimiento por no se sabe muy bien qué crimen. El señor 
Neandertal, a menudo adepto del islam, se dedica a someter, no se 
plantea muchas cuestiones (así fueran progresistas o filosóficas), y 
nunca llevará toga, pues le basta y sobra la chilaba. 
“Hay que destruir la familia 
nuclear [...], Cualquiera que sea su significación última, el estallido 
de las familias constituye hoy en día un proceso objetivamente 
revolucionario”, declaró Linda Gordon, feminista, “miembra” del National Advisory Council on Violence Against Women, en la administración Clinton. 
“Hay que osar el feminismo”, decían
 ellas. “Hay que osar hasta el clítoris”, añaden algunas. Servidas 
estarán, pues tan noble órgano constituye el centro de gravedad del 
pensamiento islámico, como lo atestigua la radical pudibundez de sus 
adeptos, sobre la base de principios escritos y practicados desde hace 
varios siglos. 
Al igual que los homosexuales, las 
feministas recibirán trato prioritario por parte de sus nuevos amos. Los
 buenos tiempos del antiguo patriarcado blanco les parecerán entonces 
una especie de paraíso perdido. Han logrado magníficamente castrar al 
macho blanco europeo. Ahora podrán degustar los placeres del inmigrante. 
http://elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=5280  | ||||||||||||||
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