Erdogan, la rata en jefe del terrorismo turco
Vaya por delante este homenaje en Argentina al pueblo armenio masacrado por los antepasados de Erdogan en este año 2016 en que se cumplirán 101 años de la barbarie; por supuesto sin olvidar que hoy en día Erdogan sigue ordenando al ejército turco masacrar al pueblo kurdo, pueblo indoeuropeo de lengua de la rama farsi. Erdogan bombardea a los kurdos sin que la 'comunidad internacional' de mierda diga nada. Un silencio esclarecedor por hipócrita y canalla, sin olvidar que, en paralelo, asesina al pueblo sirio sirviendo de santuario para los mercenarios terroristas que, gracias a la Federación Rusa, abonan día a día la geografía siria con sus cuerpos pudriéndose en fosas comunes.
A continuación les dejo, queridos lectores, con un artículo de un periodista turco sobre el tal Erdogan, jefe de mafiosos y 'sultán' de un país islamista al cual pretende la burocracia de Bruselas meter a coces en la Unión Europea.
Por revelar sus manejos en Siria me metió en la cárcel Erdoğan
Can Dürdun
30/12/2015A principios de 2014, un camion que se supone pertenecía al servicio deinteligencia turco (MIT) fue detenido cerca de la frontera con Siria. La gendarmería y los funcionarios de inteligencia al mando del convoy se apuntaron mutuamente con sus armas. En ese momento se enfrentaban cara a cara los dos bloques que se disputan el Estado. El camion fue registrado. Debajo del camuflaje se encontraron cajas de medicinas, armas y municiones. El camión fue retenido durante un rato, pero tras la intervención de funcionarios del gobierno se le garantizó un tránsito seguro a Siria.
El gobierno destituyó de inmediato al fiscal y a los responsables de la gendarmería que habían detenido el camión y ordenó su arresto. Se declaró que los camiones contenían ayuda humanitaria. Se echó tierra rápidamente sobre este incidente, que alimentaba las alegaciones de que el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdoğan estaba interviniendo en la guerra civil siria.
No obstante, en mayo de 2015, Cumhuriyet, el diario para el que trabajo como jefe de redacción, adquirió la filmación de este incidente. Era claramente visible que el camion iba cargado de armas. Se documentaba así que el servicio de inteligencia transportaba ilegalmente armas para la guerra civil que arrasaba un país vecino. Se trataba de una gran noticia. Publicamos los detalles de la operación con fotografías y subimos el video a nuestra página en la Red.
Erdoğan se encontraba en apuros. No podia negar la historia, de modo que eligió en cambio censurar la publicación y amenazar al periodista responsible, que era yo. En una transmisión en directo en la cadena televisiva estatal, declaró:“la persona que escribió esta historia pagará por ello un alto precio; no permitiré que quede sin castigo”.
Añadió que la filmación era “secreto de Estado”, y que publicarla constituía un acto de “espionaje”. Además, como si quisiera confirmar que no se trataba de un secreto de Estado sino de su secreto, presentó una demanda personal en la fiscalía.
El castigo que pedía para mí consistía en dos condenas a cadena perpetua, por “traición” y por “adquirir y publicar información clasificada con propósitos de espionaje”. Esta fue la señal para la detención de aquellos de nosotros que éramos bien conscientes de que los deseos del presidente de la República son ordenes para los jueces de los tribunales. Así pues, me detuvieron el 26 de noviembre junto a Erdem Gül, nuestro corresponsal jefe en Ankara, que publicó la información de la gendarmería “Sí, los camiones tenían armas”. Justo diez días antes, recogí el premio a la libetad de prensa de Reporteros Sin Fronteras en nombre de Cumhuriyet.
Tras las críticas a las detenciones por parte de la prensa nacional e internacional y de organizaciones de derechos humanos, el ministro de Justicia declaró que “todos los países son sensibles en materia de seguridad” y citó como ejemplos a Julian Assange y Edward Snowden. El embajador norteamericano en Turquía le respondió: “Nosotros perseguimos a quienes filtraron la información, no a quienes la publicaron”.
Fue este otro golpe para el opresivo regimen de Erdoğan, que se ha hundido en los baremos relativos a la libertad de prensa. También ha suscitado preguntas que han surgido una y otra vez en muchos escándalos, del Irán-Contra al Watergate, de las Papeles del Pentágono al asunto Clive Ponting [funcionario de la administración británica que filtró en 1984 documentos sobre la guerra de las Malvinas a un parlamentario laborista]. Cuando la necesidad de seguridad del Estado entra en contradicción con el derecho de la opinión pública a la información, ¿cuál tiene prioridad? ¿Puede la amenaza de la seguridad ser una excusa para los intentos del gobierno de amordazar a los medios?
Cuando el sello de “secreto de Estado ” se ha convertido en un velo que oculta los sucios manejos de las administraciones, ¿no es obligación de los periodistas rasgarlo? ¿Quién determina qué es lo mejor para el interés de la sociedad?
Como periodista sometido a régimen de aislamiento en una cárcel de Estambul, y que ha de afrontar acusaciones de “espionaje”, he tratado de encontrar respuesta a estas preguntas. Mi conclusión es que ninguna etiqueta de “secreto de Estado” y ningún argumento de “seguridad del Estado” permiten un crimen de Estado. Así que me defiendo con las palabras de Winston Churchill: “La Ley de Secretos Oficiales se concibió para proteger la defensa nacional…y no debería utilizarse para proteger a ministros que tienen un fuerte interés personal en ocultar la verdad”.
redactor jefe del diario turco Cumhuriyet.
The Guardian, 28 de diciembre de 2015
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