Rodrigo Rato no es economista
A ver si nos enteramos de unan vez por todas de la basura de casta política que destroza España. No hay día en que no aflore a la superficie un cagarro más de otro político de no importa qué partido. Chorizos, prevaricadores, juerguistas, putañeros..., chusma, en fin, arropada por el aparato judicial que tan solo interviene cuando la cosa se pone demasiado caliente y evidente en un ya vano intento de quitar presión a la olla en que han convertido a España, sin olvidar a la masa de cazurros de boina enroscada que elección tras elección les votan, hagan lo que hagan, convirtiéndose en cómplices de sus felonías.
Sin más les dejo con la interesante y cabreante entrada de espiaenelcongreso.com.
http://www.espiaenelcongreso.com/2014/10/27/rato-engano-licenciado-derecho-economista-cajera-pollo/
La gigantesca mentira con la que el ministro de Economía, Rodrigo Rato, construyó su biografía política cada vez se parece más a la de aquel director de la Guardia Civil socialista llamado Luis Roldán, que se hacía pasar por economista o ingeniero industrial y que, tras 15 años en prisión, salió libre para disfrutar de todo lo que había robado. “Espía en el Congreso” puede asegurar que el considerado “cerebro económico del PP”, el mujeriego y libertino Rodrigo Rato, no tiene el título de economista sino de licenciado en Derecho: nunca ejerció como abogado ni trabajó en nada que no fuera la política. Su trayectoria con la “tarjeta black” está jalonada además de gastos suntuosos, fiestas, clubes privados y alcohol, pero él sigue inasequible al desaliento: le montó un pollo a una cajera por errar en unos céntimos, según denuncia una periodista, y tras serle impuesta una fianza de 3 millones de euros por el juez Andreu, al día siguiente jueves 23 de octubre, el ex-presidente de Bankia viajaba a Madrid desde el aeropuerto de Ginebra (Suiza) en el vuelo IB3493 de las 18:35 junto a su jefa de prensa Alicia González, convertida hoy en redactora jefe de El País y pareja. Un misterioso viaje que ha aumentado aún más la indignación y la sospecha ciudadana.
Para colmo de males, en este régimen las élites de la universidad española esculpen pedestales de mármol a los mayores corruptos del reino, a los que hace doctores “honoris causa”. “Rato es un personaje encumbrado artificialmente, cuya realidad esconde una historia de fracasos”, denunció el profesor Ramón Tijeras (URJC), autor del libro “Los Rato, 1795–2002”. El volumen fue boicoteado y la cúpula de la editorial que lo publicó (Plaza & Janés), despedida. “La historia de todos ellos está relacionada con un activismo continuo en la trastienda de la política que ha convertido a la familia en parte de las élites que gobiernan el país y que no se han bajado del burro desde hace 200 años, a base de mantener contactos y lazos familiares. Recordemos que la rama Figaredo de la familia es una de las que a lo largo de dos siglos han estado presentes en los consejos de administración de la industria asturiana”, señala Tijeras.
Y añade: “a Juan Guerra se le condenó por un delito fiscal, como a Al Capone, nada más. Con Rato y los delitos de cuello blanco ocurre algo parecido. Cuando indagamos en el registro de actividades del Congreso, que da cuenta de los intereses particulares que tienen los diputados en sus actividades profesionales, nadie lo consultaba y hasta estaba escondido en las oficinas del Parlamento. Rato, paradójicamente, fue uno de los diputados que en su época declaró tener intereses en dos docenas de empresas. Pero aún tenía intereses en otras cuarenta que no declaró cuando era vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía. Las decisiones que tomaba Rato eran de carácter sectorial. Y su familia y él mismo se mantenían como accionistas de empresas hidroeléctricas o urbanísticas que se beneficiaron de permisos y operaciones que fueron posibles gracias a la política de engrase que funciona habitualmente en administraciones de su influencia como la Comunidad de Madrid”.
Eran tiempos en que las élites españolas proclamaban la riqueza eterna del país que ellos mismos se agenciaban. “Vivimos ahora el mejor momento de la economía mundial”, declaró Rodrigo Rato en Cádiz, donde había sido diputado “cunero” (enviado desde Madrid sin relación alguna con la circunscripción). El director del FMI pedía que se mantuvieran “los aciertos del pasado” y consideraba que el crecimiento económico en España era “sostenido e intenso”.
Sin embargo, en Estados Unidos no pudo acabar su mandato, pues solo cumplió tres años como director gerente del FMI. Rodrigo Rato apenas sabía de nada que no fuera la política pura y dura por lo que su elección resultó un fiasco. Por ello fue incluido en la lista de los peores directivos internacionales confeccionada por ‘Bloomberg Business Week’, que publica cada inicio de año. En la lista aparecía en quinto lugar, tras Brian Dunn, a quien la revista considera responsable de una pésima gestión en Best Buy, y Aubrey McClendon, a quien responsabilizan de la difícil situación financiera de Chesapeake Energy.
Bajo la gestión de Rato en Bankia, 350.000 pequeños accionistas perdieron casi toda su inversión, pues habían pagado 3,75 euros por título en julio del 2011. Rato había declarado que las cuentas que presentó de la entidad, con un beneficio de 306 millones en 2011, eran reales y que se cambiaron porque el nuevo equipo decidió provisionar cerca de 1.800 millones por créditos aún al corriente de pago. Incluso, cuando las cuentas de Bankia del citado año fueron auditadas, arrojaron unas pérdidas de sólo 2.979 millones de euros, cuando el rescate fue finalmente de 36.000 millones, lo que hace aflorar la sospecha de que aún no ha salido a flote toda la verdad del caso “Caja Madrid-Bankia”.
Clubes, bares, salas de fiesta, alterne con alcohol y joyas… La tarjeta “black” de Rodrigo Rato solo refleja lo que era un secreto a voces en la Villa y Corte o incluso en los pasillos del Congreso. Que Rodrigo Rato era un “jeta”, un “bon vivant” que engañaba a unos y otros, un admirador de las mujeres bellas con las que gastaba el dinero a manos llenas. Por el contrario, resultaba grosero y soez cuando alguien le escatimaba unos céntimos, como le ocurrió a una cajera de un supermercado: “Y si no que se lo pregunten a los clientes de un céntrico Lidl de Madrid que pudieron observar el pollo que le montó a una cajera por un error de menos de un euro. Que si las barras de las etiqueta estaban mal o no, que si no hay derecho, que si patatín, que si patatán…”, señala la cronista Marta Cibelina.
Pero estas y otras noticias sobre Rato no salían porque a los periodistas, o los compraba o los amedrentaba, como narra ahora Pedro Jota Ramírez: “La primera vez que me di cuenta a qué se refería fue cuando El Mundo descubrió el pelotazo con información privilegiada del que César Alierta fue absuelto por prescripción después de que el Supremo acreditara el delito con el que hizo de oro a su sobrino. A instancias del propio Aznar me reuní con Rato en el Hotel Orfila -nunca lo había contado- y él cerró filas con el ya presidente de Telefónica de forma tan irracional y opuesta a los principios éticos que decía practicar el PP, de manera tan agresiva incluso tratándose de un valido que protegía a una de sus más preciadas hechuras, que no pude por menos que sospechar que allí había gato encerrado”.
“Luego supimos que Alierta había jugado un papel importante en el salvamento a la familia Rato de la quiebra y no deja de ser significativo que a día de hoy le mantenga enchufado a una de las ubres de la multinacional como si una empresa cotizada tuviera que preocuparse menos por su reputación que un partido político. Claro que de esto no habla nadie porque de los tres reyes que, muerto Botín, quedan en España, César el Elocuente es con diferencia el más poderoso. Pero, volviendo a lo de Aznar, poca satisfacción puede encontrar en no haber elegido al nada escrupuloso Rato -qué mal huele el dinero de ida y vuelta con su banco de negocios- cuando eligió al estólido en su estrago”.
Sin más les dejo con la interesante y cabreante entrada de espiaenelcongreso.com.
http://www.espiaenelcongreso.com/2014/10/27/rato-engano-licenciado-derecho-economista-cajera-pollo/
La gigantesca mentira con la que el ministro de Economía, Rodrigo Rato, construyó su biografía política cada vez se parece más a la de aquel director de la Guardia Civil socialista llamado Luis Roldán, que se hacía pasar por economista o ingeniero industrial y que, tras 15 años en prisión, salió libre para disfrutar de todo lo que había robado. “Espía en el Congreso” puede asegurar que el considerado “cerebro económico del PP”, el mujeriego y libertino Rodrigo Rato, no tiene el título de economista sino de licenciado en Derecho: nunca ejerció como abogado ni trabajó en nada que no fuera la política. Su trayectoria con la “tarjeta black” está jalonada además de gastos suntuosos, fiestas, clubes privados y alcohol, pero él sigue inasequible al desaliento: le montó un pollo a una cajera por errar en unos céntimos, según denuncia una periodista, y tras serle impuesta una fianza de 3 millones de euros por el juez Andreu, al día siguiente jueves 23 de octubre, el ex-presidente de Bankia viajaba a Madrid desde el aeropuerto de Ginebra (Suiza) en el vuelo IB3493 de las 18:35 junto a su jefa de prensa Alicia González, convertida hoy en redactora jefe de El País y pareja. Un misterioso viaje que ha aumentado aún más la indignación y la sospecha ciudadana.
Para colmo de males, en este régimen las élites de la universidad española esculpen pedestales de mármol a los mayores corruptos del reino, a los que hace doctores “honoris causa”. “Rato es un personaje encumbrado artificialmente, cuya realidad esconde una historia de fracasos”, denunció el profesor Ramón Tijeras (URJC), autor del libro “Los Rato, 1795–2002”. El volumen fue boicoteado y la cúpula de la editorial que lo publicó (Plaza & Janés), despedida. “La historia de todos ellos está relacionada con un activismo continuo en la trastienda de la política que ha convertido a la familia en parte de las élites que gobiernan el país y que no se han bajado del burro desde hace 200 años, a base de mantener contactos y lazos familiares. Recordemos que la rama Figaredo de la familia es una de las que a lo largo de dos siglos han estado presentes en los consejos de administración de la industria asturiana”, señala Tijeras.
Y añade: “a Juan Guerra se le condenó por un delito fiscal, como a Al Capone, nada más. Con Rato y los delitos de cuello blanco ocurre algo parecido. Cuando indagamos en el registro de actividades del Congreso, que da cuenta de los intereses particulares que tienen los diputados en sus actividades profesionales, nadie lo consultaba y hasta estaba escondido en las oficinas del Parlamento. Rato, paradójicamente, fue uno de los diputados que en su época declaró tener intereses en dos docenas de empresas. Pero aún tenía intereses en otras cuarenta que no declaró cuando era vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía. Las decisiones que tomaba Rato eran de carácter sectorial. Y su familia y él mismo se mantenían como accionistas de empresas hidroeléctricas o urbanísticas que se beneficiaron de permisos y operaciones que fueron posibles gracias a la política de engrase que funciona habitualmente en administraciones de su influencia como la Comunidad de Madrid”.
Eran tiempos en que las élites españolas proclamaban la riqueza eterna del país que ellos mismos se agenciaban. “Vivimos ahora el mejor momento de la economía mundial”, declaró Rodrigo Rato en Cádiz, donde había sido diputado “cunero” (enviado desde Madrid sin relación alguna con la circunscripción). El director del FMI pedía que se mantuvieran “los aciertos del pasado” y consideraba que el crecimiento económico en España era “sostenido e intenso”.
Sin embargo, en Estados Unidos no pudo acabar su mandato, pues solo cumplió tres años como director gerente del FMI. Rodrigo Rato apenas sabía de nada que no fuera la política pura y dura por lo que su elección resultó un fiasco. Por ello fue incluido en la lista de los peores directivos internacionales confeccionada por ‘Bloomberg Business Week’, que publica cada inicio de año. En la lista aparecía en quinto lugar, tras Brian Dunn, a quien la revista considera responsable de una pésima gestión en Best Buy, y Aubrey McClendon, a quien responsabilizan de la difícil situación financiera de Chesapeake Energy.
Bajo la gestión de Rato en Bankia, 350.000 pequeños accionistas perdieron casi toda su inversión, pues habían pagado 3,75 euros por título en julio del 2011. Rato había declarado que las cuentas que presentó de la entidad, con un beneficio de 306 millones en 2011, eran reales y que se cambiaron porque el nuevo equipo decidió provisionar cerca de 1.800 millones por créditos aún al corriente de pago. Incluso, cuando las cuentas de Bankia del citado año fueron auditadas, arrojaron unas pérdidas de sólo 2.979 millones de euros, cuando el rescate fue finalmente de 36.000 millones, lo que hace aflorar la sospecha de que aún no ha salido a flote toda la verdad del caso “Caja Madrid-Bankia”.
Clubes, bares, salas de fiesta, alterne con alcohol y joyas… La tarjeta “black” de Rodrigo Rato solo refleja lo que era un secreto a voces en la Villa y Corte o incluso en los pasillos del Congreso. Que Rodrigo Rato era un “jeta”, un “bon vivant” que engañaba a unos y otros, un admirador de las mujeres bellas con las que gastaba el dinero a manos llenas. Por el contrario, resultaba grosero y soez cuando alguien le escatimaba unos céntimos, como le ocurrió a una cajera de un supermercado: “Y si no que se lo pregunten a los clientes de un céntrico Lidl de Madrid que pudieron observar el pollo que le montó a una cajera por un error de menos de un euro. Que si las barras de las etiqueta estaban mal o no, que si no hay derecho, que si patatín, que si patatán…”, señala la cronista Marta Cibelina.
Pero estas y otras noticias sobre Rato no salían porque a los periodistas, o los compraba o los amedrentaba, como narra ahora Pedro Jota Ramírez: “La primera vez que me di cuenta a qué se refería fue cuando El Mundo descubrió el pelotazo con información privilegiada del que César Alierta fue absuelto por prescripción después de que el Supremo acreditara el delito con el que hizo de oro a su sobrino. A instancias del propio Aznar me reuní con Rato en el Hotel Orfila -nunca lo había contado- y él cerró filas con el ya presidente de Telefónica de forma tan irracional y opuesta a los principios éticos que decía practicar el PP, de manera tan agresiva incluso tratándose de un valido que protegía a una de sus más preciadas hechuras, que no pude por menos que sospechar que allí había gato encerrado”.
“Luego supimos que Alierta había jugado un papel importante en el salvamento a la familia Rato de la quiebra y no deja de ser significativo que a día de hoy le mantenga enchufado a una de las ubres de la multinacional como si una empresa cotizada tuviera que preocuparse menos por su reputación que un partido político. Claro que de esto no habla nadie porque de los tres reyes que, muerto Botín, quedan en España, César el Elocuente es con diferencia el más poderoso. Pero, volviendo a lo de Aznar, poca satisfacción puede encontrar en no haber elegido al nada escrupuloso Rato -qué mal huele el dinero de ida y vuelta con su banco de negocios- cuando eligió al estólido en su estrago”.
Comentarios
Publicar un comentario