Elpidio José Silva. ¿Felices fiestas?
¿Felices fiestas?
En España, ya no podemos desear feliz navidad y un próspero año nuevo sin una promesa o esperanza de cambio. Me consta que hay tantas españoles y españolas desmoralizadas y hundidas en el fracaso que, a estas alturas, las típicas felicitaciones y deseos suenan a mofa y ñoñez. Deseo que todos seamos capaces de comprender lo que nos sucede con fuerza y seguros de un cambio. Espero que el espanto de nuestra judicatura dormida deje lugar a una Justicia Ciudadana, donde nos podamos mirar pensando que, al menos, los causantes responderán por el desastre. Escribo estas líneas mientras muchos ciudadanos transitan a duras penas por estas fiestas, con el desasosiego y la incertidumbre de quienes recorren túneles sin fin. Curiosa manera tenemos, por cierto, de celebrar que alguien llegó al mundo en un establo miserable.
Nuestra forma de llevar los asuntos, el espectáculo que ofrecemos al mundo, mostrándonos incapaces de saldar cuentas judiciales con los corruptos, no saldrá gratis. La prima de riesgo de nuestra deuda soberana se encuentra valorada. Pero la prima de riesgo “por la inseguridad jurídica y la desfachatez de nuestro procesos judiciales”, sin embargo, se encuentra sin valorar. Pero nadie debe engañarse. Puede que el riesgo de invertir en una España sin seguridad jurídica, donde los gestores corporativos no responden de sus desmanes y delitos, se encuentre sin valorar. Ahora bien, esto no quiere decir que tal prima de riesgo sin valorar no afecte a las inversiones y al tráfico jurídico en nuestro país. Como consecuencia de la imagen que ofrecemos al exterior, nuestro país vale y valdrá mucho menos. Y, sobre todo, quienes lo compren pagarán menos aún de lo que en realidad vale. Cuando el dinero limpio de los grandes inversores a nivel mundial se aproxime a España, o huirá o comprará a precio de saldo. Lo que hacemos institucionalmente, la patética imagen de nuestro equilibrio de poderes y de nuestros procesos judiciales, se está traduciendo en una elevada “prima de riesgo de inseguridad jurídica sin valorar”.
No existe un Organismo Regulador que traduzca a cifras concretas tal riesgo. Y esta incertidumbre no lo reducirá sino que, al contrario, lo elevará al nivel de la desmesura de nuestro desequilibrio institucional. Es decir, incluso pagaremos más de lo que corresponde. En resumen, nuestro país, nuestras empresas -hundidas o no-, nuestras entidades financieras, nuestro suelo y, en fin, nuestra riqueza nacional, en todas sus formas, valdrá en los mercados muchos menos de lo que, en realidad, corresponde a su precio real.
España zozobra en la incertidumbre, la inseguridad jurídica, la ineficacia del poder judicial y la corrupción galopante. Corruptos existen en todos los países de nuestro entorno. No cabe duda. Pero lo que ya no existe en estos países es una prima de riesgo de inseguridad jurídica tan elevada, tan limitante. Si alguien quiere hacer números, puede comenzar por comparar las deudas públicas de Italia y España. Lo primero que comprobará es que el país transalpino, teniendo una deuda pública alrededor de veinte puntos por encima de la nuestra, sin embargo, soporta más o menos la misma prima de riesgo que España, en relación con su deuda soberana. Es decir, España e Italia pagan más o menos lo mismo por pedir prestado, pese a que la deuda pública italiana es considerablemente superior a la española. Esta paradoja, este gran diferencial se refleja, en parte, por esa prima de riesgo sin valorar de inseguridad jurídica que pesa sobre España.
¿Y cual es el coste de todo esto traducido a realidades? En el caso español, por ejemplo, el desmantelamiento progresivo de nuestra sanidad y educación públicas. Eso nos cuesta, en parte, la imagen que ofrecemos al exterior, nuestro esperpéntico desequilibrio de poderes. Decenas de miles de millones de euros.
Aproximaciones económicas a parte, la ciudadanía no soporta que los corruptos no paguen por sus delitos, que los procesos judiciales sean un circo de confetis, y que se gaste dinero encausándoles para que terminen absueltos, indultados o en el piadoso limbo de la prescripción. Y éste ya no es un coste meramente económico sino moral, de valores, desmoralizante y de muy hondo calado generacional.
La navidad nos evoca el renacimiento, que desde la miseria más oscura siempre existen sendas de transformación vigorosas y exultantes. Feliz navidad y próspero año nuevo en este año 2013 español, por tanto, anuncia que en el 2014 comenzaremos a borrar esta situación indignante. Costará. Mientras tanto seguiremos pagando, porque nada sale gratis para un país con nuestra actual imagen. Pero entre todos lo conseguiremos porque, desde luego, o es entre todos o no será.
Me siento en deuda con la ciudadanía, con su apoyo, el más sano y espontáneo en estos tiempos de sinrazón. Estamos comenzando algo nuevo, muy entusiasmante, tras cuya estela “lo mejor” de las Instituciones y de los políticos seguirá esta nueva singladura. No quedará otro remedio. Siguiendo este rumbo, nos hallaremos en un resurgimiento donde podremos desearnos todos feliz navidad.
Elpidio José Silva.
Magistrado del Juzgado de Instrucción número 9 de Madrid,
y profesor doctor de Derecho Penal y Criminología de la UCM
En España, ya no podemos desear feliz navidad y un próspero año nuevo sin una promesa o esperanza de cambio. Me consta que hay tantas españoles y españolas desmoralizadas y hundidas en el fracaso que, a estas alturas, las típicas felicitaciones y deseos suenan a mofa y ñoñez. Deseo que todos seamos capaces de comprender lo que nos sucede con fuerza y seguros de un cambio. Espero que el espanto de nuestra judicatura dormida deje lugar a una Justicia Ciudadana, donde nos podamos mirar pensando que, al menos, los causantes responderán por el desastre. Escribo estas líneas mientras muchos ciudadanos transitan a duras penas por estas fiestas, con el desasosiego y la incertidumbre de quienes recorren túneles sin fin. Curiosa manera tenemos, por cierto, de celebrar que alguien llegó al mundo en un establo miserable.
Nuestra forma de llevar los asuntos, el espectáculo que ofrecemos al mundo, mostrándonos incapaces de saldar cuentas judiciales con los corruptos, no saldrá gratis. La prima de riesgo de nuestra deuda soberana se encuentra valorada. Pero la prima de riesgo “por la inseguridad jurídica y la desfachatez de nuestro procesos judiciales”, sin embargo, se encuentra sin valorar. Pero nadie debe engañarse. Puede que el riesgo de invertir en una España sin seguridad jurídica, donde los gestores corporativos no responden de sus desmanes y delitos, se encuentre sin valorar. Ahora bien, esto no quiere decir que tal prima de riesgo sin valorar no afecte a las inversiones y al tráfico jurídico en nuestro país. Como consecuencia de la imagen que ofrecemos al exterior, nuestro país vale y valdrá mucho menos. Y, sobre todo, quienes lo compren pagarán menos aún de lo que en realidad vale. Cuando el dinero limpio de los grandes inversores a nivel mundial se aproxime a España, o huirá o comprará a precio de saldo. Lo que hacemos institucionalmente, la patética imagen de nuestro equilibrio de poderes y de nuestros procesos judiciales, se está traduciendo en una elevada “prima de riesgo de inseguridad jurídica sin valorar”.
No existe un Organismo Regulador que traduzca a cifras concretas tal riesgo. Y esta incertidumbre no lo reducirá sino que, al contrario, lo elevará al nivel de la desmesura de nuestro desequilibrio institucional. Es decir, incluso pagaremos más de lo que corresponde. En resumen, nuestro país, nuestras empresas -hundidas o no-, nuestras entidades financieras, nuestro suelo y, en fin, nuestra riqueza nacional, en todas sus formas, valdrá en los mercados muchos menos de lo que, en realidad, corresponde a su precio real.
España zozobra en la incertidumbre, la inseguridad jurídica, la ineficacia del poder judicial y la corrupción galopante. Corruptos existen en todos los países de nuestro entorno. No cabe duda. Pero lo que ya no existe en estos países es una prima de riesgo de inseguridad jurídica tan elevada, tan limitante. Si alguien quiere hacer números, puede comenzar por comparar las deudas públicas de Italia y España. Lo primero que comprobará es que el país transalpino, teniendo una deuda pública alrededor de veinte puntos por encima de la nuestra, sin embargo, soporta más o menos la misma prima de riesgo que España, en relación con su deuda soberana. Es decir, España e Italia pagan más o menos lo mismo por pedir prestado, pese a que la deuda pública italiana es considerablemente superior a la española. Esta paradoja, este gran diferencial se refleja, en parte, por esa prima de riesgo sin valorar de inseguridad jurídica que pesa sobre España.
¿Y cual es el coste de todo esto traducido a realidades? En el caso español, por ejemplo, el desmantelamiento progresivo de nuestra sanidad y educación públicas. Eso nos cuesta, en parte, la imagen que ofrecemos al exterior, nuestro esperpéntico desequilibrio de poderes. Decenas de miles de millones de euros.
Aproximaciones económicas a parte, la ciudadanía no soporta que los corruptos no paguen por sus delitos, que los procesos judiciales sean un circo de confetis, y que se gaste dinero encausándoles para que terminen absueltos, indultados o en el piadoso limbo de la prescripción. Y éste ya no es un coste meramente económico sino moral, de valores, desmoralizante y de muy hondo calado generacional.
La navidad nos evoca el renacimiento, que desde la miseria más oscura siempre existen sendas de transformación vigorosas y exultantes. Feliz navidad y próspero año nuevo en este año 2013 español, por tanto, anuncia que en el 2014 comenzaremos a borrar esta situación indignante. Costará. Mientras tanto seguiremos pagando, porque nada sale gratis para un país con nuestra actual imagen. Pero entre todos lo conseguiremos porque, desde luego, o es entre todos o no será.
Me siento en deuda con la ciudadanía, con su apoyo, el más sano y espontáneo en estos tiempos de sinrazón. Estamos comenzando algo nuevo, muy entusiasmante, tras cuya estela “lo mejor” de las Instituciones y de los políticos seguirá esta nueva singladura. No quedará otro remedio. Siguiendo este rumbo, nos hallaremos en un resurgimiento donde podremos desearnos todos feliz navidad.
Elpidio José Silva.
Magistrado del Juzgado de Instrucción número 9 de Madrid,
y profesor doctor de Derecho Penal y Criminología de la UCM
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