La prensa ha muerto
La prensa ha muerto y ellos solos la mataron
La crisis arrecia a pesar de los brotes verdes que algunos, interesados, ven como si fuera un espejismo. Los primeros mazazos los recibió el populacho y se decía que la crisis la pagaban los que menos tenían y que los ricos se libraban de ella. Puede ser así, que los “ricos” se van de rositas y ni tan siquiera se ven obligados en contribuir en reparar los daños causados. Las grandes empresas siguen a lo suyo con los paraísos fiscales sobornando a los políticos en el poder y obteniendo millonadas de los fondos públicos con múltiples argucias. No hemos llegado a esta situación por casualidad o por los efectos de un cataclismo, hemos llegado por un fallo enorme en el sistema democrático: la separación de poderes y por unos medios de comunicación que no han cumplido con su obligación de situarse frente al poder. Han preferido alinearse a cada uno de los bandos que se alternan en el poder político con una función especifica para cada momento (gobierno o oposición), sin moverse un ápice de su supuesta posición ideológica. Incluso algunos medios se han jactado públicamente que su patrocinado ganó las elecciones gracias a sus desvelos por llevarlo en volandas hacia la poltrona del poder. Tanto han sido estos desvelos que se han pasado de frenada, evidentemente, los grandes medios de comunicación como sociedades mercantiles esgrimen su posición ideológica a cambio de dinero olvidándose de sus lectores que son imprescindibles para subsistir. Las leyendas que figuraban en la cabecera de “diario independiente” dejaron de tener sentido y parecía una broma cuando afirmaban que estaban, exclusivamente, al servicio de los ciudadanos. Más bien tarde, los lectores se han percatado que cada bando interpreta la misma noticia de una forma radicalmente diferente y se pregunta donde demonios está la verdad o lo que queda de ella. Las noticias gratuitas en Internet y la crisis económica han hecho el resto: la prensa convencional ha muerto y no podemos olvidar que los propios editores, sin dejar de lado a los periodistas, como responsables del triste final de un servicio público imprescindible en una democracia.
Incluso ahora, estos medios de comunicación que han traicionado su función primordial de estar al lado de la ciudadanía y ven descender sus ventas que, ojo avizor, se publican en el Estudio General de Medios con la consecuente huída de los ingresos publicitarios no tiene otra opción que suplicar ayuda al gobierno en auxilio de más subvenciones en un momento que las arcas del Estado se llenan de telarañas. Más les hubiera valido no confraternizar con el poder y permanecer fiel al papel que le corresponde como contrapoder que investiga, mira debajo de las piedras, descubre los marrones, escudriña e informa de las astracanadas que el poder político económico se lleva entre manos. Hoy, con toda la degradación del sistema, la investigación periodística sería tan fácil como ir a recoger cubos de agua al mar y llenar portadas con los latrocinios cometidos por una élite que, al final, paradójicamente, los ha dejado tirados en la cuneta. ¿De qué les ha servido esta sumisión y compadreo? De nada. Los periodistas tienen su parte alícuota en los despidos en masa que se les aplica, en ningún momento, a través del Colegio de Periodistas, han mostrado una posición radical a la manipulación practicada y han remado en la misma barca del interés particular de los editores por encima del general. El servicio público se dejó encerrado en un cuarto oscuro y la prensa dejó de ser el cuarto poder. Entre unos y otros han competido en la perversión del contenido destripando veneno por boca de sus patrocinadores con el previsible resultado del alejamiento de los lectores de las cabeceras. No hay vuelta a tras, aunque se rebajen costes y se fulmine las plantillas no va a dar resultado, el problema es de credibilidad y confianza que una vez perdida es irrecuperable. Adiós prensa, fue bonito mientras duró lo nuestro.La prensa, como producto comercial también se debe a sus clientes y las empresas editoras han cometido una procesión de errores entre ellos el confundir volumen por calidad: se pasó de un determinado número de páginas a competir a base de colocar en el kiosco kilos de papel, suplementos, promociones de toda clase de artilugios y la buena información hecha por buenos periodistas desapareció de las cabeceras. Se dijo que el periodismo de investigación no era rentable ya que se necesitaba un tiempo y esfuerzo que no compensaba la inversión con el rendimiento. Una mala escusa para poder entrar en el territorio de la complacencia de las grandes empresas y bancos que representan el poder económico y tan solo se explora el territorio convenido al que aparente se quiere llegar cuando en realidad todo está tasado, desde una editorial, lo barata que está la vida, la electricidad, lo bien que lo hacen los bancos y que nadie de esta élite tiene culpa de nada. Desde entonces, imperan los dossier que llegan a la redacción remitidos por partes interesadas que están en plena guerra subterránea y se les hace el caldo gordo. Están ciegos, llenan sus páginas con trifulcas partidistas y son incapaces de observar los radicales y progresivos cambios que esta viviendo la sociedad. Una vez perdida la independencia económica todo se ha venido abajo, incluso forzando todos los recursos en un desesperado intento de ganarse el respaldo de sus patrocinadores acentuado su supuesta y condicionada ideología.
He tenido la suerte de estar presente en varios medios de comunicación, en diferentes cargos con responsabilidad ejecutiva, lo que me permitió observar desde dentro la evolución del sector. En unas pinceladas voy a tratar de despejar el panorama. Al final de los 70, e incluso a principio de los 80 la propiedad de los diarios estaba en manos de unas familias entorno al fundador y sus descendientes que procuraban por su rentabilidad como negocio, competían con la prensa del Movimiento en franca decadencia. Cuando surgieron cabeceras como El País, Diario 16 y después El Mundo y El Periódico, llegaron con aire nuevo coincidiendo con una revolución tecnológica en la que cada periodista se le asignaba un espacio concreto en la página en un proceso que los ordenadores tomaban el control de lo que se estaba produciendo. La inclusión de la informática en las redacciones supuso algo más que un avance tecnológico, hasta entonces la redacción era el corazón de la editorial y tenía su propia sensibilidad, dicho de otra manera, la empresa editora no tenía el completo control de lo que se acababa publicando o mejor dicho: la redacción tenía poder. Subliminalmente la fotocomposión, este era el nombre como se conocía al sistema informático, dejo al periodista como parte de un engranaje productivo y el cierre de diarios que sucumbían por la llegadas de estos nuevos dejo entrever que muchos periodistas se quedaban en la calle y lo conveniente era adaptarse a los nuevos tiempos donde la redacción cedía su influencia a favor del equipo editorial.
Controlada la redacción, las empresas editoriales estaban en condiciones de establecer pactos bajo mano con sus patrocinadores ávidos de contar entre su flota a tan insignes difusores de sus intereses. Atentos a esta mención ya que se trata de la madre del cordero: lo importante de la prensa no es lo que dice sino lo que deja de decir. En definitiva este silencio es el oro en paño que se compra de distintas formas. La más habitual es la publicidad ya que esta vía representa el 50% de los ingresos pero no la única, donde realmente se cuela el flujo de dinero esta en el patrocinio. Se patrocinan páginas, secciones y suplementos para en caso de inspección poder vincular supuestos costes en lugar de la aplicación de unas tarifas publicitarias (si se facturara por páginas de publicidad la edición de ese día no tiene suficientes y se vería que es un camelo). Cuando veas “Patrocinado por …” puede ser Iberdrola, Endesa, Banco Santander ….. o cualquiera de los grandes, no es más que el encubrimiento de un soborno para cerrar la boca de sus latrocinios. ¿Dónde queda el servicio a los lectores y a la ciudadanía? No acaba aquí la cosa, cuando el botín es de un volumen extraordinario los grandes medios de comunicación actual en manada de lobos emitiendo una verdad única y donde la fuente es una respetable institución fuera de toda duda. Bajo este principio no se cuestiona ni se contrasta nada y se machaca el asunto una y otra vez hasta repetirlo tantas veces, que aunque mentira se santifica como la única verdad. Ejemplo de ello es el caso Banesto que destronó a Mario Conde una vez que metió la pata anunciando que iba a presentarse a las elecciones y fundar un partido. Felipe González en la presidencia de la nación y Aznar en la oposición no les convenía un rival de la envergadura del engominado Mario Conde. El País lideró el aquelarre y con el tiempo quedó demostrado judicialmente que cobró dinero bajo mano por el trabajo de acoso y derribo y algún día saldrá a la luz pública el asalto a los accionistas de Banesto que acabó regalado a Emilio Botín en un cúmulo de artimañas donde los fondos públicos tuvieron que aportar lo suyo. Tiempo al tiempo y alguna vez se conocerá lo acontecido.
Hemos llegado al final del trayecto y la evidente sumisión de los medios de comunicación todavía irá a más una vez perdida la estabilidad de su balance contable y tienen que ser sus patrocinadores quien les lancen un flotador para evitar el hundimiento eminente. Los bancos acreedores de El País intercambian deuda por acciones del medio que se convierten en los propietarios de la cabecera. Además, Telefónica pretende adquirir Canal Plus y Digital Plus al grupo vinculado con El País para evitar su quiebra. Telefónica viene en rescate de El Mundo que reduce el sueldo a toda la plantilla y se apunta a un ERE para deshacerse de una parte de sus empleados. Una verdadera lastima que la nación, en estos momentos de convulsión, se quede sin la imprescindible función de los medios de comunicación o que estos pasen bajo el control de los señores del dinero cuando sería el momento de sacar a relucir sus trapos sucios, que los hay. La ciudadanía no le va a quedar otra opción que informarse por las redes sociales, temas debajo de la alfombra no faltan tan solo hay que echar un vistazo al archivo de los horrores de Ataquealpoder donde el material explosivo no ha pasado por estos medios y pone en evidencia lo dicho en los párrafos anteriores. He citado el símil que la buena información es factible de practicar tanto como recoger con un cubo toda el agua del mar que se quiera. Si los grandes medios de comunicación no estuvieran condicionados por sus patrocinadores tendrían ocasión de explicar a sus lectores que demonios esta pasando con el precio de la gasolina, la estafa a los hipotecados por la financiera UCI, y la morosidad que oculta la banca. Estos serán los próximos artículos en este blog (quizás no en este orden), después acabarán apilados en el archivo de los horrores.
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