La historia secreta de los Botín (2)

La historia secreta de los Botín (2)

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BICI 001
DEVORA2 001Emilio Botín Sanz de Sautuola tenía el convencimiento profundo de que los Botín habían nacido para la banca, sobre todo él, dotado de un olfato lobuno para los buenos negocios y una pasión incontenible por las finanzas, especialmente por las ajenas. Veamos como se montaron en el negocio bancario alejados del rollo patatero de múltiples cuentacuentos a tanto la línea. La creación del Santander como entidad bancaria comienza en 1857, pero sin ningún apellido Botín entre sus fundadores. El banco nació con la con la idea de dar cobertura a las necesidades comerciales que en aquella época tenia la Montana; el trigo de Castilla había que embarcarlo en Santander rumbo a las Américas, a cambio de productos exóticos y ultramarinos. Esta fue la razón que llevó a los comerciantes de la región a unirse para fundar el pequeño banco que ha dado origen al gigante de hoy. El 20 de agosto de 1857 la entidad abrió por vez primera sus puertas al público en un local que pertenecía al Marques de Pombo, y que, posteriormente, acogería al Club de Regatas de la capital cantabra. Habrían de pasar muchos años, y algún que otro incendio, para que en 1890 el banco se establezca en el número 2 del Muelle, el actual paseo de Pereda, con un capital social de cinco millones de reales de vellón y trece empleados en plantilla. Apostillemos tan sólo un par de datos: el gigante bancario cuenta ahora con 10.852 oficinas, la mayor red minorista del mundo y con 190.604 empleados en el grupo repartidos por medio mundo, España 33.345, Europa 64.101, Reino Unido 25.574, Latinoamérica 89.860, Estados Unidos 8.781 y en actividades corporativas 2.288
Los comienzos del banco no fueron muy boyantes, como reflejan las crónicas de aquellos años. Muy pronto perdió el privilegio de emitir papel moneda, reservado con carácter exclusivo al Banco de España. Don Emilio Botín López, el iniciador de la saga Botín, un hombre con pocas dotes para las finanzas y que a buen seguro no sabia distinguir una letra de cambio de un pagaré, no fue presidente hasta 1909, debido al carácter rotatorio del cargo, por lo que su trayectoria bancaria resultó tan fugaz como anodina. De ahí que la teoría del pedigrí obedezca al denodado esfuerzo hagiográfico de cronistas interesados. El primer apellido ilustre de la familia lo aporta el bisabuelo del actual presidente del Santander, Marcelino Sanz de Sautuola, pero su gloria no se debe tanto a sus habilidades financieras sino al casual hecho de haber sido descubridor, con su hija María de las cuevas de Altamira, en 1879. Los Sanz de Sautuola heredaron la fastuosa finca de Puente San Miguel, en donde, al casarse doña María con Emilio Botín López, el matrimonio fijó su residencia. En esta casa, el profesor Cartailhac, de la Universidad de Toulouse, hubo de acudir a disculparse en 1905, por haber cuestionado la autenticidad de las pinturas rupestres, ante la abuela del actual Emilio Botín, una dama con fama de espíritu caritativo que, según se cuenta, recibía diariamente en la finca a numerosos lugareños para darles de comer. Quienes la conocieron alaban sin disimulo sus dotes de administración, y su capacidad ahorradora, hasta el punto de que cuando el hijo del carnicero le llevaba la carne, la pesaba ella misma para comprobar que la ración se ajustaba escrupulosamente a lo solicitado, y si faltaban unos gramos devolvía el pedido.
MADRE 001La finca de Puente San Miguel ha sido lugar de celebración de bodas y bautizos de toda la Familia, oficiadas bajo las especies arbóreas exóticas y preciadas, cuyo inventariado incluye desde una meta secuoya (única en España que doña Ana García de los Ríos -la madre de Emilio y Jaime Botín- se trajo de Londres en una sombrerera, hasta cedros dorados, arces airosos, araucarias frondosas y tejos de Hokkaido. El verdadero impulsor de aquel hermoso rincón fue Emilio Botín padre, don Emilio, sin duda mucho más preocupado por sus plantas que por los problemas industriales de la región, la endémica asignatura pendiente de los Botín. Allí, en aquel paradisiaco rincón, solía recibir también a sus colegas bancarios, a los que sometía a su particular tercer grado en sesiones reposadas, en las que casi siempre conseguía sus expansivos propósitos. De aquellas conversaciones surgieron anécdotas sin desperdicio. En una ocasión se hallaba en el jardín hablando con Ignacio Villalonga, dueño y presidente del Banco Central, cuando Pablo Tarrero, vicepresidente ejecutivo del Santander, interrumpió la velada para decirles que otro grupo de banqueros que habían sido citados ya estaban esperando en la casa. Tarrero se acercó a los otros dos y les dijo: “Bueno, qué, ¿estáis subiendo la bolsa?”, a lo que a Villalonga replicó: “No, Pablo, hoy nos toca bajarla”. Esas eran las maneras que gastaban los banqueros en la época franquista para enriquecerse de la forma más indecorosa, sin que nadie del régimen se atreviera a ponerles en su sitio aunque, claro esta que, de aquellos polvos vienen estos lodos.
Sangre de banquero en las venas
images[1]Quizás el secreto del éxito de los Botín estaba justamente en los orígenes ancestrales de la familia. El secreto de los Botín, guardado bajo siete llaves, reside en sus ancestros judíos, vinculados a los chuetas mallorquines convertidos al cristianismo, y que desde la isla fueron emigrando a distintas partes de la península. Es verdad que sus rasgos fisonómicos, tez oscura y rasgos orientales, en nada coinciden con la tipología habitual de las gentes de Cantabria. No hay raíces del apellido Botín en tierras cantabras. Los tratados de genealogía están en blanco cuando alguien quiere saber algo sobre el apellido Botín. Así, en los más prestigiosos tratados de heráldica y genealogía, no aparece una sola línea acerca del apellido, a pesar de los esfuerzos de don Emilio, y sus ínfulas aristocráticas, por alargar su linaje mediante una ristra interminable de ancestros. Su pasión innata por la banca hace de don Emilio el primer banquero español que vislumbró el potencial del negocio al otro lado del Atlántico. Empezó por Puerto Rico, después fue Argentina, mas tarde Venezuela. Al principio sólo se trataba de simples oficinas de representación, aunque no tardó en abrir sucursales propias. Después vino la compra de otros bancos y la red se extendió por todo el continente americano, en el que cuentan y no acaban de las mil marrullerías cometidas por los responsables de la entidad cántabra en aquel continente. A la par, la expansión del Santander en España, a pesar del statu quo bancario pregonado por el patriarca de los Botín, encontró las condiciones idóneas en la década de los sesenta, a lo que no fue ajeno el boom de la construcción.
Así, hasta levantar un imperio que, según se jactaba el propio don Emilio, se había acumulado “peseta a peseta”. Su obsesión por la acumulación de activos llegó a convertirse en leyenda. Esas pesetas que ganaba el banco (el banco y la familia), otros las perdían, y don Emilio, cuando tenía que defenderse de acciones discutibles, no dudaba en decir que todo lo hacia “en defensa de sus accionistas”. Este escudo protector le servia para desenvainar la espada, siempre esgrimida con determinación, bajo el lema “atacar antes de ser atacado”, una sabia dicotomía entre la defensa y el ataque como el producto más acabado de otra variante en la que llego a ser un virtuoso: “Devora antes de que te devoren”, implacable doctrina que corresponde a la herencia genética de la familia. La verdad es que se lanzaba al ataque con decisión pero no sin cautelas previas, conociendo de antemano el potencial del adversario y, si sé me apura, hasta el desenlace de la contienda. Juan Abelló, íntimo amigo de los Botín, los describe diciendo que, en trance de buscar solución a cualquier controversia susceptible de tres posibilidades para acabar con el conflicto, ellos siempre eligen la que más daño puede hacer a su contrincante. Con esta óptica de los negocios, don Emilio Botín tuvo que enfrentarse a innumerables batallas. Sus adversarios, más bien sus enemigos -y este carácter concurría para él en cualquiera que intentara hacer sombra a su reinado- eran borrados del mapa de un plumazo. Su concepto del capitalismo erigido en dogma moral y fundamento de una verdadera cruzada financiera, se basaba en la máxima eficacia en los resultados y la obediencia ciega prestada por sus colaboradores, desde el consejo de administración al último botones.
Peligro de caída
MILAGRO 001Sobran ejemplos de este código de conducta fundamentalista. Jesús Fiochi, empresario cántabro, hizo fortuna con el negocio de la construcción. La época dorada de la promoción inmobiliaria fue la panacea para Fiochi, y el dinero corría raudo hacia sus cuentas bancarias. El empresario, además, mantenía una excelente relación con don Emilio, era de los pocos privilegiados de este mundo al que se le permitía el tuteo con el prócer del Santander. La fortuna acumulada por Fiochi le hizo pensar en convertirse en banquero, por lo que propuso al cántabro la creación de un banco en Burgos, idea que no cayó en saco roto, por lo que Botín decidió apoyarle. Las cosas no discurrieron como estaban previstas: el banco burgalés empezó a tambalearse, y a las primeras de cambio don Emilio abandonó a su amigo y levanto el vuelo. Hasta entonces todo habían sido parabienes y la financiación del Santander cubría lo necesario. Pero cuando las cosas se torcieron, el novato en las lides bancarias tuvo que apechugar, él solito, con el descalabro. Fiochi acabó arruinado cuando el Santander le fue ejecutando, una a una todas sus propiedades. Botín no se reparó en gastos, ni siquiera ante la vivienda de la familia Fiochi; la humillación fue tal que acabó con la vida de Fiochi seis meses después del embargo. Don Emilio tenía por costumbre, quizá una caritativa obsesión, consistente en recordarle a cualquiera que estuviese a su lado que bajara las escaleras sin llevar las manos en los bolsillos, porque, según él, en caso de caída podía defenderse mejor si llevaba las manos sueltas. Se ve que en el caso de su amigo Fiochi, se le olvidó recomendar tan prudente cautela, porque el infortunado cayó rodando por las escaleras sin poner las manos a tiempo.
Pero la lista de los accidentados es mucho más amplia. Otro de los amigos más dilectos de don Emilio era Antonio Escalante Huidobro terrateniente extremeño, que a raíz de algunos avatares adversos en sus negocios agrícolas y ganaderos, suscribió determinados créditos con el Banco Santander. En cierta ocasión don Emilio le propuso que se presentara a las primeras elecciones generales, con el fin de añadir un político más a su cuadra. A Escalante no le seducía la idea, habida cuenta de la marcha irregular de sus actividades, pero el patriarca le convenció “de eso no te preocupes, Antonio, lo importante es que no salgan elegidos los rojos”, le espetó. Con dicha doctrina, a Escalante le pareció que el tiempo que iba a hurtar a sus asuntos estaría sobradamente compensado con las ayudas que sin duda iba a recibir del banquero. El terrateniente no tuvo suerte en su empeño contra las “hordas izquierdistas”. Se presentó, claro esta, por las listas de Alianza Popular en las legislativas de 1979, y quinientos votos escasos le separaron del ansiado escaño. Don Emilio, tras la derrota sufrida por su mandado amigo, sencillamente lo borro del mapa, y el Santander ejecutó de inmediato todos los créditos dejándolo en la miseria. Vamos a dejar aquí las vicisitudes del círculo de amistades del prócer de los Botín y las conectaremos con las de su sucesor para poder asegurar que de tal palo tal astilla. Esto será en la próxima entrega.
La política, o el arte de apostar a caballo ganador y colocado
alianza-popular-1982%20generales[1]Hay que reconocer el ojo clínico del patriarca de los Botín, no tan sólo fue el primero en vislumbrar el negocio bancario al otra lado del Atlántico sino otro más próximo y lucrativo: el pupilaje de sus políticos, una casa de huéspedes con hospitalidad asegurada mientras rinda, con la salvedad que si el pupilo no aporta negocio se le deja caer. En política, la familia Botín siempre ha mantenido un pragmatismo maquiavélico, defendido de puertas para a fuera que “hay que estar de parte del gobierno de turno”, por lo que don Emilio no dudó en respaldar la intervención de Rumasa dispuesta por Felipe González en 1983; claro que sus barbas, en aquel momento, estaban en remojo.  Pero lo cierto es las inclinaciones derechistas de la familia han sido evidentes, a pesar de algunos guiños estratégicos y transitorios que no han tenido mas remedio que hacer a los socialistas. Hasta el punto de que don Emilio Botín se rodeo de patricios del régimen franquista, como Manuel Fraga Iribarne y Juan Hormaechea, que en los inicios de la democracia llegaron a pasar por su nómina. Se cuenta que; cuando el Rey optó por nombrar presidente del Gobierno a Adolfo Suárez, en 1976, provocó, como se sabe, un profundo disgusto en Manuel Fraga, aspirante también al sillón. Don Emilio recibió una llamada personal del monarca porque tenia interés en que siguiera ocupando el cargo de ministro de la Gobernación con categoría de vice-presidente del nuevo Gobierno, añadiendo algo que parece increíble: parece que el monarca había llamado personalmente a Fraga a su casa y su mujer le dijo que permanecía encerrado en habitación y no se le podía molestar por nada ni por nadie, incluido el Rey. Botín no dudó en decir a Carmen, la mujer del irascible político, que “estaba dispuesto a ponerse de rodillas delante de su marido para que aceptase el encargo de la Zarzuela”. Así lo hizo tres veces consecutivas; el banquero intento infructuosamente que el gallego, ciego de rabia, se pusiese al Felipe+González+1[1]teléfono para tratar de una cuestión delicada que implicaba al mismísimo monarca. Botín, no quería perder la oportunidad que un patrocinado suyo, por decirlo suavemente, renunciara por un cabreo a un puesto en el Gobierno. No obstante lo cual, a pesar del feo gesto del entonces líder de la derecha española, los Botín tiraron la casa por la ventana (a costa del banco, naturalmente), cuando las primeras elecciones democráticas, apostando fuerte por Alianza Popular, aunque el empeño por aupar la derecha al poder resultó tan baldío como aquellas insistentes llamadas para que Fraga formara parte del Gobierno Suárez. Desde entonces, ese pupilaje de políticos ha pasado de la modesta casa de huéspedes al hotel de cinco estrellas dado el rendimiento obtenido, por unos y otros –patrón y huéspedes-) bajo el pragmatismo maquiavélico impulsado por don Emilio, de que “hay que estar de parte del gobierno de turno”, se puede traducir que hay que apostar a caballo ganador y colocado y así nunca se pierde: gobierno y oposición pertenecen a la misma cuadra.      
EI diario de la discordia
INFOR 001El ojo clínico de Botín padre una vez que empezó a fichar “caballos para su cuadra” emprendió, primero, la compra de periodistas para después pasar a la compra de medios de comunicación. El prócer, más listo que el hambre, participaba rodeado siempre de otros interesados para no despuntar, pero seguro de la fuerza que iba a tomar la comunicación en España a través de la prensa y la televisión. Él iba a estar ahí, de una forma o de otra, y como anécdota este episodio del que curiosamente nunca se han ocupado los medios de comunicación, es el  relativo a la incursión de don Emilio en el negocio periodístico que emprendió a través de sus amigos Víctor y Jesús de la Serna. Se trataba de resucitar el viejo vespertino madrileño Informaciones,lo que se logró por la suma de esfuerzos de Emilio Botín padre, el marqués de Deleitosa, el conde de Cadaguay los March. El director, Jesús de la Serna, reunió en torno a él a un plantel de periodistas que luego, curiosamente, formaron la base de El País. Pero a poco de comenzar el rotativo su andadura, los banqueros -siempre proclives a la división entre si- nunca estaban de acuerdo con cualquier cosa que se publicaba, incluso la más nimia; ya por supuesto, se sucedieron también las presiones políticas, hasta llegar a los extremos mas ridículos que cabe imaginar: por ejemplo Gonzalo Fernández de la Mora, entonces ministro de Obras Públicas, llegó a quejarse ante el editor, de que en la primera página del periódico se había dado cuenta de un descarrilamiento en el que murieron seis personas; para el ministro de Obras Públicas resultaba escandalosa la publicación de semejante noticia, que mejor podía haber quedado reducida, a fin de no limitar el derecho de información, a un par de líneas en cualquier hoja par del interior del número. Lo cierto es que ante las incertidumbres del cambio político, las desavenencias entre los socios capitalistas procedentes del sector bancario subieron de tono y provocaron la caída del periódico de la peor manera posible, sin preocuparse en lo más mínimo del destino de la plantilla: así, a Víctor de la Serna, el gran amigo de los Botín, ni siquiera le concedieron la menor indemnización por el despido.
EI otoño del patriarca
padre-e-hijo-botin-008D5DMGP1_1[1]En noviembre de 1986, después de 36 años en la presidencia del banco, don Emilio cedió el mando del buque insignia, el Santander, a su primogénito. Otro banco, el Bankinter, del que también era presidente desde su constitución hacia 21 años, se lo encomendó a su otro hijo Jaime. El patriarca todavía permaneció como administrador, pese a sus 83 años, de suerte que el cambio generacional quedaba tutelado bajo su sombra protectora, una sombra un tanto incómoda para sus vástagos, todo hay que decirlo. Durante los 56 años que don Emilio permaneció en el banco, su actividad fue frenética, pero al transferir el cetro a sus hijos, el patriarca se dedicó a la vida contemplativa. Mantuvo la cabeza despierta, aunque se acentuó su padecimiento tradicional, la aguda flebitis. En esta etapa de su vida, ya con el deber cumplido, entró en fase ascética, solo interrumpida de vez en cuanto para recibir al joven financiero Javier de la Rosa, con el que siempre mantuvo una relación cordial, antes de su caída en desgracia. La verdad es que los vínculos postreros con el empresario catalán no le fueron demasiado bien al cantabro, como ocurrió en el asunto de la azucarera Ebro; se trataba de dar un golpe de mano en esta sociedad para hacer en tan formidable y valiosa empresa lo que les viniera en gana en detrimento de los socios minoritarios, a los que intentaban acorralar mediante el ejercicio de una opa limitada al 51% del capital social.
Botín y de la Rosa, asesorados por Ramón Hermosilla, se las prometían muy felices, pero llevaron a efecto la operación tan rematadamente mal que Francisco Lozano y Santiago Foncillas, -presidente y vicepresidente de la sociedad, respectivamente, asistidos en derecho por Rafael Pérez Escolar, pusieron a los opantes en un serio compromiso, hasta el punto de que tuvieron que tirar la toalla y respetar íntegramente el derecho de todos los accionistas de la azucarera sin limitación alguna. E incluso, gracias a la generosidad de los opados, Botín y de la Rosa no tuvieron que sentarse en el banquillo. De esta forma, con más pena que gloria; acabaron los devaneos financieros de don Emilio. En sus últimos años, Botín Sanz de Sautuola oía misa a diario con devoción, lo que solía hacer en la iglesia de los Redentoristas. El trayecto que separa el templo de El Promontorio lo hacia a pie. Quienes se percataban de su presencia veían a un venerable anciano, rosario en mano y apoyado en el sempiterno bastón, con el mismo porte elegante de toda su vida. Quien sabe si buscaba la admonición del único que podía perdonarlo.
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