La historia secreta de los Botín (1)

 Del magnífico blog del periodista José Manuel Novoa "Ataque al poder"

 

 

La historia secreta de los Botín (1)


En el anterior post: Hipotecas basura en el reino de la usura salía a relucir Donemilione también conocido por Emilio Botín que resultaba ser el capo de unos delincuentes que arruinan a todo cliente que cae en sus manos endosándoles hipotecas basura imposibles de pagar. Unión de Créditos Inmobiliarios, entidad participada por el Santander, se disfraza de entidad financiera para continuar, año tras año, haciendo de las suyas abusando de miles de familias a las que arruina aprovechando la indefensión en la que se encuentra el deudor al aplicarle, con todas de la ley y a raja tabla, la Ley Hipotecaria, un procedimiento situado en la Edad Media que no permite al cautivo abrir la boca ni decir palabra. Quizás a muchos de los habituales del blog les puede parecer que el apelativo de Donemilione es exagerado, no obstante, dejando al margen un buen número de visitas a los juzgados, tan sólo en este año Emilio Botín, presidente del Banco Santander se ha visto involucrado en dos procesos judiciales a) el que se le pretendía juzgar por sobornar al juez Baltasar Garzón con prebendas variadas en su año sabático en New York. Ver en los archivos del mes de febrero El archivo de la causa contra Garzón esconde el banco paralelo del Santander y b) un asunto fiscal de tener escondido en Suiza 2.000 millones de euros y que Hacienda, tan diligente con el currito de turno al que golpea con puño de hierro y no de deja pasar ni una, en contraste con el guante de seda aplicado a la poderosa familia Botín que antes de instruir un proceso de inspección se le comunica al defraudador interpretando que ha tenido un descuido en su declaración de renta y que sino le importa por una miseria de tributación están dispuestos a olvidarse del asunto. Para, definitivamente, olvidarse del asunto tiene que montarse el teatrillo de pasar por la lavadora de asuntos peliagudos que proporciona la justicia. Ver en los archivos del mes de mayo Se ha iniciado el punto sin retorno …….
Estamos perdidos, en un mundo al revés donde el populacho tan sólo es el pagano de una descomunal estructura de Estado y una camarilla de espabilados mueve los hilos del teatrillo de la democracia en la que se forran mientras las penalidades de la plebe crecen a un ritmo espectacular. Insisto en lo del mundo al revés, Falciani el empleado del banco HSBC que destapó las cuentas secretas de un montón de millonetis está en la cárcel mientras los Botín siguen donde estaban y ni tan siquiera se les ha llamado a declarar a un juzgado. El descuido por el olvido del fortunón de la familia Botín en Suiza se salda con la módica aportación de un triste 1%. Me explico para aquellos que les parezca increíble o aquellos que se han visto sorprendidos por Hacienda cuando, cogido por los pelos, les ha enviado una “complementaria” a su declaración renta. Hablan del 10% de la cantidad trincada en el paraíso fiscal, pero en realidad se refieren al 10% del rendimiento (los intereses que genera el capital) que supongamos es del 3% anual, por los últimos 4 años (los anteriores están prescritos) da un total del 12% al que se le aplica el 10%, ¡tachan, tachan! aquí tenemos el 1,2% sin multa alguna por tener desde hace años 2.000 millones de euros fuera del alcance de Hacienda. La escusa, más que el argumento, de los Botín para disponer de esta fortuna en Suiza es la peregrina afirmación de la fortuna perteneció al padre de la saga que la tenía escondida para que no se la incautaran los “rojos”. Con esta increíble afirmación que ha servido de Jordán purificador ¿Los botín no se han metido en otro lío? Emilio Botín padre, murió en 1993 dejando una fortuna de las incalculables por la que los herederos tuvieron que pagar por impuestos de la herencia 10.500 millones de las antiguas pesetas (63,1 millones de euros) por lo que se deduce del argumento de los Botín de que el dinero era del padre, los 2.000 millones de euros están pendientes del pago de impuestos de transmisiones. Esto no deja de ser una pequeñez que se compensará con miles de persecuciones a los que menos tienen para repizcarles unos euros. El trato exquisito a los Botín tiene mucho que ver con la financiación de los partidos políticos y del indudable apoyo al partido que consiga formar gobierno. Las prebendas y los patrocinios vienen de atrás por lo que creo conveniente poder echar un vistazo a la historia secreta de los Botín.
De Botín a Botín: de casta le viene al galgo
Emilio Botín, el actual presidente del Banco Santander, ha heredado de su padre el estilo agresivo y desenvuelto en el ejercicio de la actividad bancaria, algo que ha permitido el imparable ascenso de su banco durante los últimos años. Lo que ya se había cimentado, cuando menos en experiencia, con las espectaculares operaciones de su antecesor, el mítico don Emilio, que consiguió alcanzar unas metas consideradas como inabordables. Su abuelo Emilio Botín López, decía que en los negocios “hay que jugar siempre con ventaja, con un as en la manga”. La norma de su nieto es aún más terminante: Hay que devorar antes de que te devoren”. Entre ambos se sitúa el verdadero don Emilio, prácticamente el primero de la saga solía decir: “Quien da primero da dos veces”. Cabe reconocer que los Botín son gentes de pocos pero contundentes ideas expresadas a través de frases no precisamente originales. Pero con tan primario bagaje ideológico les ha funcionado para bastir el más sólido imperio -en lo económico- de España. Hay que reconocer de esta gente a la hora de solucionar los asuntos que les concierne es el sentido pragmático el que domina: Emilio Botín padre, contaba que en Santander había un inspector de Hacienda que estaba metiendo en cintura al banco y a sus máximos rectores, y se jactaba de haber solucionado el problema nombrando alto directivo de la Fundación Marcelino Botín al funcionario. Este episodio cuadra con las citas de estos eminentes próceres que se transmite de generación en generación en virtud a la efectividad que se obtiene de ellas.

Emilio Botín Sanz de Sauturola falleció en 1993 y fue presidente del Banco Santander durante 56 años: entre 1930 y 1986
El contenido mítico de la saga Botín arranca, sin lugar a dudas, en la personalidad eminente del padre, Emilio Botín Sanz de Sautuola -el don Emilio por antonomasia- que murió a los 90 años, habiendo sido presidente del Santander durante 36, entre 1950 y 1986. Y aunque los hagiógrafos pretenden forjar una leyenda en torno a los antecedentes bancarios del actual presidente del Santander, por lo que hablan de que es hijo, nieto y bisnieto de banqueros. Pero esto no se corresponde con la realidad porque la historia bancaria de la familia empieza en el padre del actual Emilio. El abuelo y el bisabuelo no sabían distinguir una letra a la vista de otra a días o meses vista, y hay quienes aseguran que les resultaba imposible de todo punto liquidar una cuenta corriente. Y lo curioso del caso es que no parecía que el destino hubiera llamado a don Emilio, el padre, por los caminos de las finanzas. Antes, fue un joven santanderino sin oficio ni beneficio, el cual, hasta que entró en el banco llevado de la mano por su tío Marcelino, tenía como principal ocupación desplumar a sus paisanos jugando al póquer. Al menos, así lo relató el que fue presidente del diario Informaciones, Víctor de la Serna, hijo del gran escritor y periodista e intimo de los Botín. El personaje tenía alma de jugador cuando el banco se hallaba en una situación muy difícil, y un buen día el presidente, don Marcelino, sorprendió a los pocos consejeros que quedaban en la casa diciéndoles que, para arreglar las cosas, había contratado a su sobrino Emilio como director. Obvio es decir que los demás administradores dimitieron en el acto, aunque la favorable predicción del tío se cumplió en términos insospechados: desde ese mismo día Emilio Botín Sanz de Sautuola y López se dio de baja en todos los casinos y empezó a jugar a lo grande en otras mesas de juego mucho más provechosas: los consejos de administración de las múltiples sociedades que se le ponían a tiro. Parece que el cambio de fichas lo llevo don Emilio Botín hasta las últimas consecuencias, puesto que nunca más quiso saber nada de las otras mesas de juego, las recreativas; el mismo Víctor de la Serna hijo contaba que acompañó con otros amigos a Emilio Botín a pasar unos días en Montecarlo, y todos entraron a probar fortuna en el casino, menos don Emilio que se abstuvo de tentar a la suerte.
En sus 36 años de mandato al frente del Santander, don Emilio dirigió con mano férrea el banco hasta conseguir la identificación, prácticamente absoluta, entre su familia y la entidad. Quienes trabajaron con el cántabro, o le trataron en la intimidad, dicen que, aparte de sus grandes dotes de negociador, era un conversador excelente. Pero también sobresalía en él otro rasgo de indudable mérito: cualquiera que fuese recibido en su casa, por modesta que fuese la condición del huésped, don Emilio primero le consagraba su solicita atención, de tal suerte que muy rara vez accedía a interrumpir la entrevista si le anunciaban cualquier llamada telefónica urgente. Se cuenta que, en una ocasión, un amigo se lo encontró saliendo del edificio de la calle de Alcalá, en la que el Santander llegó a tener su oficina principal en Madrid, acompañado de un modesto director de sucursal. El presidente le dijo al verle: “Te presento a uno de los mejores directores de nuestro banco; esta haciendo una labor excepcional en su ciudad”. Luego, cuando ya se fue el subordinado henchido de orgullo, añadió: “Comprenderás que estas cosas hay que hacerlas porque dan un magnifico resultados ahora este hombre se va a comer a todos sus competidores juntos”. En las comidas  que ofrecía en su casa, don Emilio obsequiaba invariable a sus invitados con unos riquísimos pescados llenos de espinas, y siempre se ofrecía a servirlo él mismo practicando la operación con el cuidado de un experto cirujano. A propósito de comidas, Cesar Martínez Beascoechea, entonces secretario general de la entidad, todavía no alcanza a comprender cómo logró convencer a Pablo Garnica para que Banesto no se merendara al Santander. Todo lo contrario con lo que sucedió años después cuando el Santander de los Botín se comió al viejo banco madrileño de un bocado. Y es que no siempre el pez gordo se come al chico.
La compra del Banco Mercantil fue una de las jugadas maestras de Botín Sanz de Sautuola. Un pulso que sirvió para demostrar que, en algunas ocasiones, es el pez pequeño el que se pega la gran comilona. La operación fue tan comentada en todos los círculos financieros, que más de un banquero, con envidiables dotes adivinatorias, llego a pronosticar el hundimiento definitivo de don Emilio. El patriarca de los Botín pasaba por ser un hombre emotivo, hasta el punto que, se dice, que en los entierros se le saltaban las lágrimas con facilidad suma. Pero su faceta sentimental quedaba aparcada del todo cuando se trataba de defender los intereses del banco no dejaba pasar por alto el menor fallo, ni le temblaba el pulso a la hora de cesar a cualquier directivo, por muchos servicios que hubiese prestado a la entidad. Don Emilio ha pasado tanto a la historia como a la leyenda de la banca. Su misma figura ha quedado como un icono referencial: solía aparecer en verano con un impecable traje blanco de lino y bastón con delicada empuñadura de plata, y cubierto en invierno con un abrigo de visón hasta los pies y un elegante sombrero. En una ocasión dijo:”Casi nadie gasta de acuerdo con lo que tiene. Unos viven por encima de sus posibilidades y otros por debajo”. Convengamos, una vez más, en que tales reflexiones no merecen la inmortalidad intelectual, pero lo cierto es que la familia Botín ha estado siempre entre los segundos, sobre todo porque lo que gastan sus miembros lo paga el Santander. Cuenta el director de una editorial de Burgos, dedicada a la publicación de libros históricos, que le fue a visitar el director de la sucursal del Santander para pedirle una obra que interesaba a alguien de la familiar Botín, pero al mismo tiempo solicitó “una importante rebaja”, porque así se lo habían ordenado. El precio de la obrita en cuestión era de 1.500 pesetas, y el director de la editorial optó por regalarlo para que no padeciese de manera grave la solvencia económica de la familia; de la que por supuesto no recibió muestra alguna de agradecimiento.
Un Greco en el dormitorio
Además de su interés por la historia, don Emilio Botín tenía una decidida afición por la buena pintura, siempre, claro esta, que pudiera comprarla a precio de saldo. Con agudeza indiscutible, asoció muy pronto sus gustos pictóricos a la obra de Solana, hasta el punto de que logó adquirir la mejor colección del genial artista. Con buen ojo se encaprichó también de un cuadro del Greco que custodiaban las monjas del Hospital de la Caridad de Illescas. Se trataba de una extraordinaria obra: La  Adoración de los Pastores, que el genial artista de las caras largas la realizó para presidir en su propia tumba en Santo Domingo el Antiguo, en Toledo. Los designios del Greco no se cumplieron y el cuadro dio algunas vueltas. Hasta la muerte del banquero cántabro presidió en su dormitorio de El Promontorio (la residencia de los Botín en Santander), después pasó al salón principal del banco (su antigua sede) en el paseo de la Castellana, y ahora, en la actualidad, puede contemplarse en el Museo del Prado. La historia de cómo llegó al museo nacional es supuesta pero se dice, con cierto criterio, que los Botín entregaron la tela en compensación para saldar una deuda fiscal que supuso un buen trueque para la saga de banqueros. Pero vayamos a como se consiguió la preciada obra. Obtener la ansiada tela no fue tarea fácil. Hace ya unos cuantos años, el santanderino mandó a su amigo, Víctor de la Serna, para que desplegara sus dotes diplomáticas con la madre superiora del Hospital y consiguiera, siempre por supuesto a un a módico precio, el apetecido óleo. El escritor iba y venía de Illescas un día si el otro también y un mes y otro mes, pero el Greco no caía. Hasta que una mañana don Emilio tomó cartas en el asunto y mandó traer una cartera de mano en la que metió fajos de mil pesetas hasta llegar a la exorbitante cifra de un millón de entonces. Acompañado de su amigo de la Serna, subieron en su Rolls-Royce y el banquero estiro la pierna derecha, como solía hacer por su flebitis, poniendo el pie a la altura de la cara del chófer perfectamente uniformado. Y así llegaron al ilustre rincón toledano, hablaron con las monjas, y don Emilio, de improviso, abrió ante ellas la cartera en la que refulgía el color verde. La madre superiora, al ver el deslumbrante espectáculo numismático, no dudo en permutar de inmediato la cartera con su irresistible contenido, no dudo en poner el Greco encima de la mesa. Una vez más, el banquero hizo un magnifico negocio. Cabe recordar que en las últimas subastas las obras del maestro de Creta se habían pagado por más de mil millones de pesetas, mil veces más de lo que había pagado a las monjitas.
Devorando los peces pequeños

Emilio Botín II junto a Emilio Botín I
Desde sus orígenes al mando de1 Santander, que se inician en 1941, hasta su retiro en diciembre de 1989, pasaron muchas cosas para don Emilio. Su primer gran éxito -como ya se ha dicho- lo culmino al absorber al gran banco rival en la región cantabra, el Mercantil de Santander, estrategia de expansión llevada a cabo desde su puesto de director general. Con esta operación el “bancuco” (como muchos llamaban al Santander) dobló su tamaño. Después vendría la apertura de sucursales, la compra de otros bancos y la aventura de las Americas, con la implantación de una cuidada red de oficinas en aquel continente. A finales de 1980 obtuvo el control de la Banca Jover y del Banco Comercial Español. Del reparto del pastel de Rumasa, al Santander le correspondieron el Banco de Murcia y el Comercial de Cataluña. Hay que reconocer que Botín senior unía a su ambición sin limites un innegable tesón bastará con decir que, durante sus primeros años de mandato en el banco, dormía doscientas noches al año en el tren que une Madrid con Santander. En invierno llegaba a la estación santanderina con su ropaje más so1emne, en e1 que, como ya se ha dicho, destacaba sobre todo e1 abrigo de pieles que le llegaba hasta los pies. E1 mozo del coche-cama le sudaba con reverencia, y e1 banquero le correspondía sacando del bolsillo derecho de la chaqueta un fajo de billetes de cien pesetas, del que cuidadosamente cogía uno y se lo  daba al empleado; así fue durante tanto tiempo que cuando los billetes de cien pesetas dejaron de circular seguía dándole uno al mozo que lo recibía con los mismos signos de gratitud que cuando tenían curso legal. Esto es tan sólo una anécdota que nos introduce en el próximo post como suma y sigue. Próximo post: La historia secreta de los Botín (2)

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