Radioactividad




 Los cerezos ya están flor en gran parte de Japón, lo que da lugar a una explosión de color y de perfume  que de sur a norte sirve de pretexto para la fiesta de la primavera. Este año el tradicional ambiente de fiesta ha dado paso a la preocupación más que motivada por lo que se debe definir como el desastre de Fukushima.

Como siempre, ante un desastre, los "responsables" o sus voceros comienzan por minimizar lo sucedido hasta tal punto  que parece que no ha pasado nada. Día tras día, semana tras semana van aflorando datos, aparecen, se filtran por una u otra fuente hasta toparnos en un momento dado con el lobo feroz. En esta ocasión se trata de varios lobos, o si lo prefieren de varios Chernobyls a la vez que van a dejar a los cerezos, a los campos de arroz, a los japoneses, a sus costas y a parte del extranjero con suficiente radiación como para que nos acordemos de los embusteros directivos de TEPCO, la compañía dueña de las plantas nucleares, prácticamente un monopolio energético de inmenso poder, sin olvidarnos tampoco de todos los accionistas. Siempre queda el consuelo de que a ellos y a sus familias también les alcanzará la radioactividad y se meterán sus "jugosos dividendos" en la almorrana radioactiva.

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